El 11 de septiembre de 2001 amanecí en la ciudad de Nueva York. Allí presencié desde una posición privilegiada el ataque a las Torres Gemelas en el World Trade Center. Este año se cumple el décimo quinto aniversario de la tragedia, y continúo convencido que fue la declaración oficial de guerra al mundo occidental. También la explicación de los recientes ataques del Estado Islámico (ISIS) en Europa, y la confirmación de la teoría de Samuel P. Huntington en Foreign Affairs. (Para Huntington los “choques” de civilizaciones dominarán la política global en este siglo… y serán los frentes de batalla del futuro).

Con perdón de la memoria de Huntington, me cuesta trabajo imaginar a los asesinos de París y Bélgica, y a su líder, el temible “califa” Abu Bakr al-Baghdadi, parte de una “civilización”...

Choque de civilizaciones (The clash of civilizations) fue el título del conocido ensayo de Huntington. Y la primera muestra de ese “choque” fue el ataque que presencié en Nueva York.

Asistí muy temprano a una reunión donde varios participantes quedaríamos “atrapados” en una sala de juntas con vista panorámica de la bahía y las Torres Gemelas. Fuimos testigos de cómo las torres, que se alzaban relucientes sobre Manhattan (símbolo del poderío económico de Estados Unidos), se reducían a escombros en cuestión de minutos.

Presenciamos el “desmoronamiento” a pedazos de una de las torres, y la desaparición de la otra en una implosión en forma de flor de lis. Algunos colegas aseguraron haber visto personas saltar al vacío…

Después nos enteramos que dieciocho de los 19 pilotos suicidas eran ciudadanos de Arabia Saudita y obedecían órdenes de Osama Bin Laden (el millonario fundador de Al Qaeda). ¡Increíble!: los pilotos suicidas aprendieron a volar los enormes Boeing en escuelas privadas de Estados Unidos.

Los suicidas abordaron vuelos con aviones llenos de gasolina. Secuestraron cuatro y los llevaron a Nueva York y Washington para ser utilizados como bombas infernales. (El Capitolio, y quizá la misma Casa Blanca, se salvaron de milagro).

Hoy expertos en seguridad nacional consideran difícil creer que nadie hubiese alertado al FBI, o que éste hubiese decidido no actuar sobre la veintena de jóvenes sauditas que buscaban por todo Estados Unidos cursos para volar aeronaves como los aviones suicidas. (Quizá ésta era la “guerra” que buscaban George W. Bush y el siniestro Dick Cheney para apoderarse del petróleo de Irak…) Los pilotos de Al Qaeda nunca mostraron interés en aprender a aterrizar esas moles de acero (ellos conocían el final…).

En el ataque murieron 3 mil civiles. Eso modificó en forma sustancial el concepto que teníamos de “seguridad nacional”. (Obama aseguró en la reciente cumbre de Washington que grupos como ISIS tienen hoy posibilidad de comprar tecnología nuclear...) Sin restarle importancia a los recientes ataques en Europa, es obvio que palidecen frente al ataque en Nueva York…

Analista político

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