Por todos lados se abren negocios que te venden delgadez (“fitness”), se exalta la figura esbelta tanto para la mujer como para el hombre y el sobrepeso se ha vuelto un problema mundial. 2 mil 100 millones de personas en el mundo sufren de sobrepeso de modo que por primera vez en la historia son más numerosos los gordos que los flacos que pasan hambre; y entre los gordos 670 millones son obesos, lo que no es ningún privilegio, si uno piensa que la obesidad es el tercer factor más costoso para la sociedad, justo después del tabaquismo y de la violencia armada, que incluye también guerra y terrorismo. Estamos hablando de sus consecuencias económicas, que van desde los costos sanitarios, hasta el ausentismo laboral, la caída de productividad, el aumento en consumo de alimentos y energía.

Uno piensa en seguida en el aumento de patologías cardiacas y diabetes: en nuestro México, la obesidad es la tercera causa indirecta de muerte, el número de casos se ha duplicado en quince años y el 15% de la población es diabética ya. Hay “daños colaterales” costosos como el hecho que las compañías aéreas han visto subir el peso de los pasajeros y por lo mismo el consumo de combustible; Airbus ha elaborado asientos más anchos para su modelo A320 y pasa lo mismo para los autobuses y los autos; la industria automóvil revisa el formato de los cinturones de seguridad por la misma razón…

¿Fenómeno mundial? Sí. Estados Unidos y México van empatados en la primera fila, pero parece que les vamos a quitar el rango número uno al vecino del norte. Amarga victoria. Nos gusta denunciar el fenómeno como una importación de las costumbres gringas, como un daño causado por el imperialismo yanqui, para explicar que 60 millones de mexicanos, más de la mitad de la nación, sufre de sobrepeso, 29% de las personas de 5 a 17 años… La vieja Europa conoce el problema pero dista de ser tan grave si uno piensa que en España afecta el 25% de la población, en Alemania, Francia, Inglaterra menos aún, mientras que Italia y Grecia rebasan el 30%. El año pasado el Tribunal Europeo de Justicia falló que la obesidad puede considerarse como una discapacidad laboral. El costo es elevado para las empresas, por un lado; por el otro los obesos tienen menos posibilidad de encontrar trabajo.

Así que tanto el primer mundo como los países en vía de desarrollo (“emergentes” es la palabra políticamente correcta) sufren el enorme costo de la obesidad, el fenómeno aumenta a una velocidad cada vez mayor (México tiene el récord del mundo en esa aceleración) y se antoja muy difícil de revertir. La consultora McKinsey, en un informe citado por El País (4 de enero de 2015) diagnostica que “sólo un plan que ataque en varios frentes, desde el tamaño de las porciones de los alimentos, pasando por el control sobre la comida rápida, hasta el estímulo del ejercicio físico y la educación alimentaria, entre otras cosas, podrá empezar a frenar la crisis”. México ha lanzado hace dos años un Plan Integral contra la Obesidad y la Diabetes cuyos efectos no pueden hacerse sentir sino dentro de mucho tiempo. El consumo de refrescos ha bajado un 6%. ¿Le parece poco? Peor es nada y es que somos campeones mundiales en beberlos.

Dieta, ejercicio, educación serán decisivos y no hay que refugiarse detrás de la excusa de que los mexicanos tenemos propensión genética al desarrollo de diabetes. Un factor pocas veces mencionado es el papel de los antibióticos en los alimentos de las aves y del ganado. En 1954, Alexander Fleming, el escocés que descubrió la penicilina, visitaba la Universidad de Minnesota cuando sus huéspedes le informaron con orgullo que el antibiótico aceleraba la engorda de los puercos; preocupado, Fleming comentó: ”No puedo predecir que esto hará bien a la sociedad. Aumentar el cuerpo humano podría hacer más daño que bien”.

Investigador del CIDE.

jean.meyer@cide.edu

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