El deporte es inherente a la naturaleza humana. Desde la más remota antigüedad, su práctica ha tenido tres vertientes básicas: lúdica, agonal y religiosa. En prácticamente todas las civilizaciones antiguas, el ejercicio siempre fue juego, competencia y culto a las divinidades.

Diversos hallazgos arqueológicos demuestran que en el año 4.000 A.C., se practicaban deportes en China, época en que los clanes celebraban las estaciones del año con competencias destinadas a fomentar la fertilidad y el bienestar. Según el historiador Marcel Granet, “En un estado de agitación y embriaguez ejecutaban danzas de animales, festines, hacían apuestas y daban pruebas de valor en temerarias porfías”. En la India había carreras ecuestres el año 1000 a. de J.C. En el antiguo Egipto había competencias de pesca, lanzamiento de jabalina, equitación, natación, lucha, boxeo y esgrima de bastones. El historiador Herodoto (484- 425 a. C.) relata que los egipcios luchaban con bastones en el templo de Pampremis, en honor del dios de la guerra. En la antigua Persia se cultivaban las artes marciales. En el Avesta, colección de textos sagrados de los antiguos persas, se destaca la importancia de las carreras de caballos y de carros. Éstas también se practicaban en Japón, en las cercanías de los templos de Kyoto. En el Tibet se realizaban fiestas deportivas para celebrar el año nuevo. Según N. Harrer, en su libro Siete años en Tibet, “Algunas prácticas deportivas actuales son supervivencias de tiempos muy remotos: Lucha, levantamiento de piedras, carreras pedestres (auténtico cross, donde los corredores llegan a la meta “crispados y llenos de heridas), carreras de caballos, tiro con arco...”

En las ciudades más importantes se organizaban juegos atléticos como parte de las festividades religiosas. Así surgieron los juegos Píticos, los Nemeos, los Ístmicos, etc. Y de ahí provienen solemnes y grandiosos los de Olimpia. Según José María Cagigal, en su libro Hombres y deportes, “Pronto adquirieron categoría nacional, e incluso quedó marcada su influencia como hito histórico cultural de primer orden en el cómputo del calendario… El deporte es una propiedad metafísica del hombre. Es decir, que donde quiera que se da el hombre se da el deporte; y sólo en el hombre se puede éste concebir… El deporte todo lo llena, lo rebasa; se erige en ídolo gigantesco de masas, y lanza su hálito hechizante, que enardece sobre todo a las juventudes y determina nuevas modalidades funcionales en la sociedad”.

rjavier_vargas@terra.com.mx

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