La guerra civil de Siria, que se ha prolongado por casi cuatro años, sembrando la destrucción y la miseria humana con cientos de miles de muertos y millones de refugiados, ha tomado una nueva dimensión gracias a la participación de Rusia en el conflicto. En efecto, si bien Moscú no había permanecido indiferente a los problemas de la región, su repentino cambio de actitud al decidir participar militarmente en Siria —un aliado tradicional— para combatir sin distinción a las diversas agrupaciones del islam radical, ya sea al llamado Estado Islámico (EI) o a las facciones opositoras al gobierno de Bashar al-Assad, ha despertado suspicacia en la comunidad internacional, que considera esta intervención como un factor de apoyo al gobierno sirio.

Esta percepción se funda en el hecho de que las tropas rusas han atacado enclaves fuera del dominio del EI, que están en manos de combatientes de la oposición al régimen de Al-Assad, miembros del llamado “Ejercito de la Conquista”, integrado por grupos radicales como el Frente Al-Nusra, afiliado a Al-Qaeda, el Ahrar al-Sham y otros de menor importancia, que a su vez combaten al EI.

Es importante destacar que la intervención militar rusa se da en un momento en el que el régimen de Al-Assad se encuentra en su posición más endeble por haber perdido, frente a la oposición, importantes enclaves, por el debilitamiento de sus fuerzas armadas y por la presión internacional suscitada por la emigración masiva de sirios hacia Europa.

Esto hace pensar que la nueva posición rusa trata de rescatar al régimen sirio o simplemente de ganar tiempo para llegar a una transición que salve la cara del presidente Al-Assad.

El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, calificó la intervención rusa como la única legítima desde el punto de vista del Derecho Internacional, pues afirma que se produce a invitación de un Estado libre y soberano, a diferencia de la coalición internacional, que no cuenta con un mandato específico de la ONU para intervenir en Siria e Irak. Agregó que no intervendrán en Irak puesto que no han sido invitados y los rusos son gente educada. La ironía del canciller no podría ser más incisiva.

Desde otra perspectiva, no pueden soslayarse algunos elementos que han contribuido al cambio de posición del Kremlin.

En primer lugar, la ambigua y vacilante posición norteamericana que, desde los albores del conflicto, permitió a Vladimir Putin medir la determinación de su homólogo norteamericano para actuar conforme a su estatuto de superpotencia y, en segundo lugar, la naturaleza pragmática de la política de Estado del Kremlin, que tiene bien definidas sus prioridades.

Sobre este particular cabe destacar lo siguiente: los intereses geopolíticos de Rusia en la región del Medio Oriente, por una parte, y por otra los problemas que enfrenta en materia de seguridad en su propio territorio, principalmente en el Cáucaso, ante el embate del terrorismo musulmán.

Históricamente Rusia ha considerado al Medio Oriente como su zona natural de influencia, particularmente en los países ribereños del Mediterráneo, a cuyo acceso siempre ha aspirado. En este contexto Rusia ha cultivado la relación con Siria de manera significativa, sobre todo en tiempos de la URSS, cuando logró que Damasco se apartara del muro de contención del comunismo preconizado por la doctrina Truman. El apoyo soviético al Partido Al Baaz al Arabi (Resurgimiento Árabe ) hizo de Siria un aliado incondicional de la URSS en tiempos de la Guerra Fría, sobre todo durante la dictadura de Hafez al-Assad, padre del actual presidente.

En la presente coyuntura, Rusia ve con preocupación las actividades del terrorismo checheno, no sólo en la región del Cáucaso, sino en los centros urbanos rusos. Se estima que unos 2 mil chechenos se han incorporado a las filas de combatientes del EI, lo que representa una formidable amenaza a la seguridad del país, especialmente si se toma en cuenta la vulnerabilidad de sus fronteras con los países musulmanes que formaron parte del imperio.

Se estima que la intervención militar rusa reforzará la estrategia de la coalición y posiblemente será decisiva para lograr la extinción del EI.


 Ex embajador de México en Egipto

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