Según los pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI), así como de otros organismos multilaterales y de múltiples analistas privados, las expectativas de crecimiento para la economía mundial en 2016 son muy similares (o incluso ligeramente más optimistas) a las observadas el año pasado. Es decir, estos análisis pronostican que aquellos países que crecieron relativamente rápido en 2015 lo volverán a hacer en 2016 (como es el caso de China y la India), mientras que aquellos países que decrecieron en 2015 muy probablemente volverán a decrecer en 2016 (como es el caso de Brasil y Rusia, por ejemplo).

De igual manera, estos pronósticos sugieren que los países que tuvieron una tasa de crecimiento mediocre o normal, se mantendrán más o menos en esa misma situación en 2016. Este es precisamente el caso de las economías de México y Estados Unidos, las cuales se calcula que crecieron 2.5% en 2015, y para las que se pronostica un crecimiento de 2.6% en 2016, según el FMI. Vale la pena señalar que estas expectativas de crecimiento para México (que son iguales a las de la CEPAL), se sitúan en la parte inferior de las estimaciones oficiales de la Secretaría de Hacienda, las que plantean un rango esperado de crecimiento que fluctúa entre 2.6% y 3.6% para 2016.

Así pues, la pregunta clave es cuán correctas son estas predicciones. De acuerdo a lo que se ha observado en lo que va del año, es muy probable que estas perspectivas oficiales terminen siendo demasiado optimistas. La razón es que la incertidumbre mundial se ha acentuado en las últimas semanas y las señales económicas en distintas partes del mundo apuntan hacia una desaceleración generalizada de la actividad económica.

Para no ir muy lejos, la actividad industrial en Estados Unidos lleva cuatro meses consecutivos contrayéndose. Esto quiere decir que el crecimiento industrial de ese país en el último trimestre de 2015 fue no sólo bajo, sino incluso negativo. Si bien este comportamiento no se ha extendido aún al resto de la economía, no es del todo improbable que en los próximos meses esto ocurra y que la actividad económica norteamericana en su conjunto empiece a desacelerarse de manera significativa. Si así fuese, las perspectivas de crecimiento para Estados Unidos tenderían a la baja, al igual que la de todas aquellas economías que están fuertemente vinculadas a la economía de ese país, lo cual desafortunadamente incluye a nuestro país.

La caída en la actividad industrial estadounidense ya ha sido tan significativa, que por primera vez en varios meses se empieza a hablar de la posibilidad de una recesión en Estados Unidos. Aunque las probabilidades de que esto ocurra aún son bajas (hay modelos económicos de consultoras privadas que han establecido una probabilidad de recesión cercana al 20%), esto es una situación que por ahora no puede descartarse y que podría afectar significativamente el crecimiento del resto de la actividad económica mundial.

Por otro lado, esta caída de la industria estadounidense ya ha empezado a afectar a la economía mexicana, a grado tal que la actividad industrial doméstica ya también ha disminuido por tercer mes consecutivo. De continuar esta tendencia, tanto en el sector industrial norteamericano como en el mexicano, es muy poco probable que se materialice el crecimiento de 2.6% que anticipa el FMI para estas dos economías. Por el contrario, si esta tendencia empieza a transmitirse al resto de los sectores, no sería imposible empezar a observar un crecimiento mucho menor al esperado (quizá en un rango de 1 a 2% al año, solamente). Si a esto le sumamos la creciente incertidumbre que se observa en algunos mercados (incluyendo el petrolero y el cambiario, por mencionar solo algunos), así como la seria y creciente posibilidad de un nuevo ajuste en el gasto público, no podemos descartar un ajuste incluso más fuerte que nos pondría una vez más al borde del estancamiento económico. Esperemos que no sea así. Sin embargo, más vale estar preparados para enfrentar esta posibilidad.

Economista

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