A mediados del siglo XX la estructura generacional de la ciudad de México se encontraba edificada fundamentalmente por los mayores y los menores, existía una tajante división entre los adultos y los niños, entre padres e hijos, entre autoridad y ciudadanos, las estructuras familiares y sociales así lo reproducían, pocos matices aparecían entre las generaciones, salvo en el caso de los “compañeros de generación” en la escuela. Mas el efecto dominante era el de dos amplios grupos, se pertenecía al sector generacional de los jóvenes y niños, a los menores de edad o al de los adultos o mayores, así de maniquea resultaba tal división; unos opinaban, dictaban y decidían, los otros escuchaban, no opinaban y acataban.

Dicho binomio se reproducía en diversas esferas de la sociedad, gobernantes y gobernados, policías y ladrones, jueces y juzgados, acaudalados y marginados, ricos y pobres. El cine nacional, en su llamada época de oro, resultó un fiel testigo y reproductor de tales esquemas generacionales y morales, baste mencionar a Ismael Rodríguez y sus películas, Nosotros los pobres, ustedes los ricos y viceversa, la mujer abnegada o la libertina y fatal, los empleados o los desempleados, para todo existía un contrario, un opuesto, y todo ello pasaba por un rasero generalizador de juicios.

El templo o la carpa, el arrabal o el fraccionamiento, Tepito o el Pedregal, la vecindad o la residencia, el día o la noche, el trabajo diurno o el divertimiento nocturno, la vida recatada y doméstica o la laxitud mundana, los días de entre semana o los fines de la misma.

Resulta común asociar a ciertos movimientos culturales a una fecha o década y reconocerlos como “generación”; personajes ilustrados formaron el grupo de Los Científicos durante el porfirismo, la poesía y las letras dieron pie al conjunto de Los Contemporáneos, la pintura a los Muralistas, así como una amplia variedad de pensadores políticos y luchadores sociales a lo largo del siglo XX contribuyeron a modificar paulatinamente dichas estructuras estancas. Mas sin duda el parteaguas de ruptura de la noción tradicional de generación se presentó en la década de los sesenta con los movimientos de los ferrocarrileros, los médicos y finalmente el estudiantil de 1968. Son los jóvenes los que irrumpen en ello y su petición fundamental fue el ser reconocidos para la toma de decisiones, en pocas palabras; existir, es justo ahí donde se comienza a desvanecer aquel esquematismo generacional, se sustituye el usted por el tú y muchos convencionalismos; la ciudad como gran recipiente lo asimila e irá experimentando modificaciones en su forma de vida, se suman otros eventos como los sismos del 85, con el cual no sólo colapsan sus edificios sino sus políticas públicas, a raíz de ello aparecen físicamente mixturas urbanas antes no vistas, coexisten en las mismas zonas el deterioro y el esplendor, emerge la renovación de los barrios y el orgullo de pertenencia a los mismos.

Las generaciones del 68 y del 85 contribuyeron sin duda a moldear una ciudad distinta, más tolerante y abierta, donde la concepción estratificada de las generaciones se ha borrado para dar cabida a una vida cotidiana urbana multigeneracional y mucho más compleja.

Arquitecto

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