A escasos días del comienzo de la primera ronda de renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México, Canadá y Estados Unidos, programada para el próximo miércoles 16 de agosto, los representantes del gobierno mexicano han de estar preparados para defender los intereses nacionales ante varias exigencias inadmisibles del gobierno estadounidense, en lo que con seguridad serán largas jornadas de arduos debates.

En principio, como sucede en toda negociación, los emisarios mexicanos deberán garantizar que su voz tenga el mismo peso que la de sus contrapartes canadiense, pero sobre todo de Estados Unidos.

En este sentido, para la Secretaría de Economía de México existen tres temas de preocupación en la renegociación del TLCAN, en relación con planteamientos expresados por el gobierno estadounidense. Se trata de la insistencia de EU de reducir el déficit comercial con México, así como las propuestas de eliminar el capítulo de solución de controversias por dumping y subsidios, y el planteamiento de proteger a los productores del vecino país de las importaciones de Canadá y México, ante un supuesto daño a la planta productiva.

Estos planteamientos no sorprenden —porque son temas que ya expresaron tanto el secretario de Comercio de EU, Wilbur, Ross, como el representante comercial estadounidense, Robert Lighthizer—, pero visiblemente se trata de posturas inequitativas, por no decir abusivas, y de ninguna manera México debe ceder ante ellas. Está claro que los diplomáticos estadounidenses velarán única y exclusivamente por los intereses de su país, como también deben hacer en todo momento nuestros heraldos. Sería ingenuo esperar concesiones y, por todo lo que está en juego para las tres naciones, esta renegociación muy probablemente traerá duros encontronazos que habrá que sortear con todos los recursos legales y diplomáticos a nuestro alcance.

Ni siquiera la posibilidad de que EU ponga sobre la mesa su salida del tratado —algo nada deseable—, como medida para ejercer presión sobre nuestros negociadores en estos tres temas, debe hacernos retroceder en el objetivo de modernizar, para bien de México —en primer lugar— y de sus socios, un tratado que a las tres naciones conviene enormemente, y por el cual existe hoy una enorme interdependencia entre las tres naciones de Norteamérica.

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