Este domingo la sociedad mexicana está convocada a marchar unida y pacíficamente a lo largo de todas las plazas públicas de nuestro país, con el objetivo de hacer patente nuestra fortaleza, compromiso y unión como sociedad ante el presidente de Estados Unidos, reclamarle respeto a México, y también plantarle cara a nuestro propio gobierno para exigirle una defensa absoluta de los intereses nacionales ante Donald Trump.

Debido a que estas marchas fueron convocadas desde la sociedad civil, por universidades y organizaciones, y porque sus convocantes han insistido en que se trata de movilizaciones totalmente apartidistas, nos hallamos frente a una oportunidad de enviar un mensaje —a la Casa Blanca pero además a Los Pinos— de participación masiva, firmeza, solidaridad, y desde luego de molestia y desacuerdo por las políticas racistas emprendidas y las amenazas vertidas por Trump hacia nuestro país; y también por la respuesta bilateral hasta hoy dada por el gobierno de México.

A 24 días de haber llegado a la Casa Blanca, en los que además el nuevo presidente de EU ha abierto múltiples frentes al interior de su país y a nivel internacional —lo que ha supuesto el comienzo de una reconfiguración en el orden geopolítico mundial— Trump ha confirmado que México será, como hasta ahora, uno de sus principales blancos de ataque.

Poco importa ya si se trata de una estrategia política, de un discurso populista que busca saciar a sus seguidores o de una ‘política de Estado’ real —algo que, aunque increíble, cada vez queda más constatado—. Ante las acciones y gestos de Trump hacia México sin duda hay mucho por hacer desde la sociedad civil.

En este sentido, lo que suceda hoy en estas marchas —y la claridad y contundencia del mensaje que se mande desde las movilizaciones— podría marcar un parteaguas en el devenir nacional y en su relación con EU, si de verdad se logran comunicar exigencias puntuales a las cuales dar seguimiento.

Como en ocasiones anteriores en que tras periodos de crisis la sociedad mexicana ha salido a las calles para demandar un cambio, el valor simbólico de estas marchas, que sin duda es mayúsculo, debe ir más allá de un acto de mera catarsis, y concretarse en una participación más activa y comprometida de toda la ciudadanía, que además esté orientada a tender puentes con la sociedad de EU.

Como afirmaron varios activistas en estas páginas el pasado viernes, la apatía y la falta de participación son un arma en manos de Trump, y no sumar voces y esfuerzos para manifestar nuestro rechazo ante sus pretensiones es decirle que puede seguir adelante sin nuestra oposición. Por ello, al igual que con esta marcha, habrá que seguir proponiendo y uniendo voces.

Por lo pronto, hoy que miles de personas marchan en distintas ciudades por la dignidad nacional, una parte de México parece responder a Trump: no nos dejaremos amedrentar más.

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