En la actualidad el mundo de las campañas políticas en todo el orbe se ha transformado radicalmente como resultado de la entrada en juego de las redes sociales.

Un parteaguas de esta transformación fue sin duda la primera campaña de Barack Obama por la Presidencia de Estados Unidos, en la que, como nunca hasta entonces, estas plataformas, en ese momento aún en ciernes, fueron cruciales para el triunfo del hoy presidente de EU.

A partir de entonces, las redes sociales se ubicaron como una opaca —por la ausencia casi total de regulación— e inmensa veta de oportunidad —debido a su alta potencialidad para evadir las restricciones a campañas anticipadas, difundir propaganda negra y ocultar gastos— para los políticos, en México y el mundo.

Lo que al principio generó esperanzas de ser un espacio de horizontalidad donde todos podían opinar e informarse, con el desarrollo de aplicaciones y la diversificación de su uso en política ha devenido, entre otros, en algo que podríamos llamar ‘campañas sucias 2.0’.

En concreto, las redes sociales representan, según expertos, la posibilidad de realizar campañas más exitosas que las tradicionales, pues éstas últimas ‘son cosa del pasado’. En este sentido, en el proceso electoral de 2018 en nuestro país, el uso de las nuevas tecnologías será todo un reto, sobre todo para controlar lo que desde perfiles falsos y de forma masiva y a veces artificial, se opine y difunda, pues al usar estas herramientas cibernéticas en la política muy pocos pretenden generar un debate real. Según los especialistas, las estrategias en redes sociales se usan sobre todo para resaltar las emociones negras, sacar trapos sucios del adversario y difamarlo, siendo ésto lo que más impacta en los electores.

Y aquí algunos políticos no dudarán en emprender una maniobra similar a la usada por Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales de EU, mismas que al final ganó: difusión de mensajes falsos, con visiones distorsionadas del rival, que apelen a lo más negativo, para generar rechazo o aceptación de ciertas ideas. Algo que de hecho ya ocurrió en México, aunque no de manera tan evidente, en 2012, 2015 y en este 2016.

Hoy internet, y en particular las redes sociales, siguen siendo un terreno donde prácticamente todo se puede y todo se vale; donde todo tipo de contenido y gastos son posibles. Sin embargo, tarde o temprano deberán imponerse ciertos controles que, sin atentar contra la libertad de expresión de nadie, establezcan las reglas del juego de su aplicación en la política, y así los políticos dejen de aprovecharse de los vacíos legales hoy existentes.

Pese a que las redes no son incontrolables, acotarlas ha sido y seguirá siendo difícil. En México, por lo pronto, la forma de controlar y evitar escenarios como el de EU con Trump podría ser seguir la pista del dinero y vigilar los gastos en ese tipo de estrategias.

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