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Faltan poco más de dos semanas para que Donald Trump asuma el poder en Estados Unidos y ya se registran afectaciones a la economía mexicana. Sin estar Trump al frente del gobierno, el país dejará de recibir millones de dólares en inversiones, lo que afectará también la creación de empleos.
A principios de diciembre la empresa Carrier se desistió de expandir su capacidad en la planta de Nuevo León, luego de presiones de Trump, de recibir exenciones de impuestos del estado de Indiana, además de un compromiso del presidente electo de que mejorará el clima de negocios en Estados Unidos.
Ayer la empresa Ford dio a conocer que canceló la inversión de mil 600 millones de dólares en la construcción de una ensambladora de autos en San Luis Potosí, que había anunciado en abril de 2016, y en su lugar destinará 700 millones para usar a su total capacidad la planta en Michigan. Esta vez no se informó si la compañía recibirá un trato financiero especial, la firma sólo difundió que la decisión estuvo determinada por los planes de Trump de disminuir los impuestos y las regulaciones.
Las grandes corporaciones estadounidenses están cediendo a los dictados del gobierno entrante, pero no hay que olvidar que para ellas el objetivo central es la rentabilidad. Con los menores salarios que desembolsan en México y las ventajas comerciales del país, las compañías no pueden encontrar mejores condiciones en Estados Unidos a menos de que la oferta represente millonarios apoyos que a la larga serán cargados a la economía estadounidense. Porque ¿de dónde saldrán los estímulos si no de los bolsillos de la ciudadanía del país vecino?
Pero en los hechos México pierde miles de empleos, sin que se conozca de una estrategia clara para hacer frente a un próximo gobierno estadounidense que se ha dibujado proteccionista y, en especial, antimexicano. Trump irá por recuperar el mayor número posible de empresas de EU que se han asentado en México. Intentará que regresen al costo que sea, por amenazas o echando mano de recursos públicos.
Durante años se criticó el grado de dependencia existente entre las economías de México y de Estados Unidos. Si la economía estadounidense crecía, a México le iba bien. Si frenaba su crecimiento, la repercusión aquí era en el mismo sentido. Ahora Estados Unidos parece tener la intención de romper la mayor parte de los vínculos con la economía mexicana, y cunde la incertidumbre que ha llevado la paridad peso dólar por arriba de los 21 pesos. Ante la situación se requieren voces oficiales que informen sobre las estrategias que se adoptarán frente a los escenarios que se vislumbran en el corto plazo. La percepción no debe ser que no hay Plan B —o Plan C—, luego de un escueto comunicado en el cual el gobierno únicamente expresa que lamenta la decisión de la empresa Ford.