La mayoría de los occidentales piensan que los tiempos actuales son mejores. Otros, en los que me incluyo, cuestionamos muchas bondades del progreso, de la tecnología, de la salud. Si los frutos del conocimiento no se distribuyen, ya no digamos equitativamente pero sí al menos un poco mejor, es válido cuestionar los números triunfales de algunos gobiernos. México como ejemplo. Se ha repetido hasta la saciedad que ni pobreza ni miseria han aumentado, lo cual, en porcentajes, es cierto. Esa indigna estabilidad numérica es mentira. 55% siempre significará lo mismo; sin embargo, en números, la diferencia es enorme: mientras que en 1990 la población rondaba los 80 millones (40 millones de pobres) en 2015 la cantidad de pobres aumentó a 60 millones.

El inmenso número de mexicanos en situación de pobreza es una de las razones del medio millón de embarazos en adolescentes y niñas al año en México. Los embarazos en adolescentes, el destino de las madres y de sus productos es una razón para cuestionar no las bonanzas del conocimiento pero sí su aplicación.

Hace unos días el organismo internacional Save the Children informó que en México, cada año, medio millón de adolescentes se embarazan. La mayoría, más del 60% de los casos, son niñas-adolescentes de familias pobres, incapaces de lidiar con la nueva realidad. A partir del nacimiento se desata un círculo perverso: la madre abandona trabajo y/o estudios; los servicios de salud son insuficientes para cuidar a la madre y a su producto; la familia carece de recursos para absorber los gastos del bebé y de la madre; las tasas más altas de sida y enfermedades de transmisión sexual se concentran en esta población, y las niñas-adolescentes tienen el doble de posibilidades de morir o sufrir complicaciones en el parto o el embarazo al compararlas con mujeres adultas.

La suma previa representa un problema de salud grave el cual no ha afrontado el gobierno. Suma que perpetúa e incrementa la pobreza y nulifica las posibilidades de desarrollo, tanto de la madre como del producto. Los embarazos en niñas —hay casos en menores de 10 años— y en adolescentes son un problema de salud pública, tanto por los daños físicos, como por las secuelas psíquicas.

La mayoría, desconozco la cifra exacta, de los embarazos en mujeres jóvenes no son deseados. Las adolescentes son víctimas de abuso y de violencia física y psíquica, agresiones imposibles de manejar y difíciles de sanar. Las agresiones generan vulnerabilidad, disminución de la autoestima e inseguridad y devienen círculo infernal. Imposible salir de ese círculo; imposible pensar en una vida digna. Los embarazos en niñas y adolescentes pobres agudizan la discriminación y aumentan la exclusión social.

México pertenece a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), agrupación encargada de mejorar el bienestar económico y social de las personas alrededor del mundo. En México habitan cerca de 22 millones de jóvenes entre 10 y 19 años; más de la mitad vive en condiciones de pobreza y el 11% en pobreza extrema. De las 34 naciones miembros de la OCDE, nuestro país ocupa el primer lugar en embarazos en adolescentes y el último en seguridad y educación. Grotesca combinación: No es factible prevenir embarazos en adolescentes si lastramos cargas medievales.

En los papeles y en el imaginario mundial es un honor pertenecer a la OCDE. En las calles y en la realidad de nuestro país es un agravio ser mujer joven, pobre, sin protección social ni dependencias gubernamentales encargadas de prevenir embarazos y ofrecer cuidados dignos en materia de salud.

Al presentar los resultados de la campaña, “Hasta el último niño y niña: embarazo adolescente”, María Josefina Menéndez, directora ejecutiva de Save the Children en México, comentó, “Ser adolescente en México es un desafío porque enfrenta todo. Enfrentan muy probablemente prácticas de crianza violentas en sus familias, enfrentan entornos de inequidad y pobreza. Enfrentan un proceso de discriminación… la exclusión abarca prácticamente todos los niveles de vida de un niño, de una niña”.

Los embarazos en adolescentes suman incontables agravios. El eje central es la pobreza y el responsable de ella es el Estado. Las palabras van y vienen, de poco sirven. Los gobiernos se perpetúan, de nada sirven: Más de 11 millones de niños y niñas pobres lo atestiguan.

Notas insomnes. Los embarazos en menores de edad en nuestro país reflejan inequidad, injusticia y pobreza. Son una de las muchas tarjetas de presentación de nuestros gobiernos.

Médico

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