Esperanza y ética son bellas palabras. La primera, aunque no forma parte de los textos de ética y moral, depende de muchos factores, entre ellos, de la aplicación de valores humanos. Ética es —¿era?— uno de los grandes valores humanos. De ahí que su aplicación siembre esperanza. La humanidad necesita esperanza. Sin ella es difícil transitar por la vida; no es posible concebir instituciones añejas y necesarias como familia, sociedad y nación sin ella.

Comparto las siguientes ideas: 1) Ética y esperanza conforman un binomio inseparable. 2) Esperanza suma varios factores, unos provienen de “la vida”, otros de las religiones: consuelo según los griegos, sanar para los enfermos, salir de la pobreza para los pobres, justicia para las víctimas del Poder político o neoliberal, encaminar al hombre hacia el Reino de Dios de acuerdo a los cristianos, y la idea de la resurrección en el Antiguo Testamento.

Aunque Kant aseveró que el Mal está determinado ontogénicamente, hasta hoy la ciencia no lo ha demostrado, ya sea por falta de interés o por la imposibilidad de hacerlo. Genes del Mal, del Bien, de la empatía o de la compasión (la Ontología es la rama de la Filosofía que estudia la naturaleza del ser). Quizás en el futuro los científicos localizarán esos genes y, tal vez, en las próximas décadas, si acaso la humanidad sigue existiendo, esos genes puedan manipularse para reproducir los del bien y los de la ética, y anular los del Mal y los de Trump, Netanyahu, Ortega, Putin, Duarte y un larguísimo y execrable etcétera.

Las resonancias magnéticas funcionales tienen la propiedad de observar el cerebro mientras desarrolla sus actividades; gracias a ella se han demostrado los sitios donde residen empatía, ternura y afecto, amén de haber demostrado, mediante una serie de experimentos bien diseñados, cómo estimular esas cualidades; esos resultados siembran esperanza.

Apenas llego a donde quería: la ciencia y la tecnología, en incontables ámbitos —conquista del espacio, biotecnología, comunicaciones, detección de terremotos—, progresa con celeridad; la ética, e incluso la moral, pierden presencia y vigor. Existe, dejemos de negarlo, una relación inversamente proporcional entre conocimiento práctico, “duro”, exitoso, y valores humanos. ¿Por qué no crecen al unísono tecnología y ética? Mientras que la generación de bienes útiles y benéficos —medicamentos, agua potable, cultivos de alimentos no transgénicos, telefonía celular— crece sin cesar, la ética, laica y religiosa —excluyo la religión como fanatismo— pierde terreno.

Ciencia y tecnología requieren dinero, esfuerzo y mentes brillantes. Hoy viven y laboran más de la mitad de los científicos que en toda la historia de la humanidad. Sus éxitos se perciben en todos los ámbitos. Generan conocimiento útil (y también inútil). Desarrollan productos médicos y técnicos otrora impensables. Han incrementado, en países ricos, la esperanza de vida en forma notable y un largo etcétera seguido por puntos suspensivos… los puntos suspensivos tienen que ver con la inequitativa distribución de los frutos del conocimiento. La disparidad se debe al escaso interés en la ética, materia no redituable, disciplina en vías de extinción: hojear los currículos escolares, desde primaria hasta universidad, muestra, sin ambages, el (casi) nulo interés por los quehaceres de la ética.

Trazar los orígenes de la ciencia y la tecnología es sencillo: ambición de saber, descubrir, prestigio. Comprender sus derroteros es elemental: producir, destacar, generar ganancias. En cambio, identificar los orígenes de la ética es harto complejo; distinguidos filósofos han escrito páginas brillantes al respecto. Comparto, entre muchas, dos ideas.

Freud consideraba que la ética nace como una necesidad o incluso como un “intento terapéutico” para confrontar las enfermedades de la sociedad. Según él, el descontento de la civilización proviene de la agresividad innata del ser humano, agresividad que se alimenta de las tensiones entre las mismas personas y entre éstas y la sociedad. Actuar éticamente es una vía para responder a las imposiciones de la comunidad y del Poder.

Kant es indispensable. El Imperativo Categórico, idea fundamental de la ética kantiana, proviene de la razón y no de la divinidad. La siguiente formulación del Imperativo debería ser Ley: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro como un fin, y nunca sólo como un medio”.

Los bienes palpables se reproducen. Los valores éticos fenecen. Implementar los segundos es urgente. ¿Cómo hacerlo? Me repito: ética debería ser materia obligatoria desde primaria.

Notas insomnes. En un mundo cada vez más dispar sembrar esperanza es urgente, esperanza basada en valores éticos.

Médico

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