El discurso que ofreció el presidente estadounidense Donald Trump en Polonia, si bien se distinguió de forma positiva de sus comentarios anteriores en Europa, deja algunos interrogantes no contestados, y uno, en especial, que debe preocupar a los vecinos en México y otros países de América Latina y el Caribe, a pesar que nunca mencionó a la región.

Para empezar, hay que reconocer que fue un discurso mucho más claro en su expresión de solidaridad con los europeos y de crítica hacia Rusia por las incursiones en Ucrania y Georgia y las amenazas hacia otros países. Por primera vez, Trump se alejó, por lo menos retóricamente, del intento de buscar una nueva alianza global con Rusia, y se posicionó firmemente en solidaridad y defensa de los otros países europeos. Habrán muchos líderes europeos, sobre todo los que viven mas cerca de Rusia, que ahora respiran un poco mejor después de esta aclaración.

También hizo una clara identificación entre Estados Unidos y Europa hablando de la civilización común occidental que comparten, y que se necesita defender. Lejos de sus ataques frecuentes a los países de la Organización del Tratado del Atlántico de Norte (OTAN), en este discurso acepto una causa común con los países de Europa, hasta una identificación milenaria y profunda.

Pero aquí es donde el discurso también abre interrogantes. Si la prioridad del gobierno de Estados Unidos —o por lo menos de la Casa Blanca, que cada vez opera aparte del resto del aparato gubernamental— es la defensa de la civilización occidental, ¿quién pertenece a esa civilización y qué pasa con los que no pertenecen a ella en cuanto a sus relaciones con el gobierno de Estados Unidos?

Japón y Korea del Sur evidentemente no pertenecen a la civilización occidental, si bien han sido aliados importantes de Estados Unidos y son de la comunidad de democracias. Canadá, sin duda, entra por sus lazos históricos con Inglaterra y Francia, ¿pero qué pasa con el resto del hemisferio? Obviamente América Latina y el Caribe generalmente se consideran parte de la civilización occidental, en las raras ocasiones que todavía se usa ese término, pero no me queda claro si Trump necesariamente piensa de esa forma. ¿Quiénes, en su perspectiva, son los países de la civilización occidental que están bajo asedio y quiénes son los que a su juicio están amenazándolos?

Hay razones por la cuales los presidentes estadounidense, por lo menos en recientes administraciones republicanas y demócratas, han evitado hablar de la defensa de civilizaciones, optando por defender valores democráticos contra el autoritarismo y no aglomerados culturales afines. Hablar de una civilización compartida sugiere que solo ciertos países son afines a Estados Unidos y otros (por similares que sean en otras dimensiones), no lo son, que Albania es mas cercana a Estados Unidos que Korea del Sur.

También asume que los Estados Unidos es un país solamente de herencia occidental, que puede ser cierto en cuanto a su origen politica, pero ignora las herencias múltiples que lo han influenciado y enriquecido.

Pero ahí creo que también el discurso fue instructivo. Trump — o por lo menos algunos de sus allegados que lo asesoran y escriben sus discursos — creen que hay una civilización occidental en Estados Unidos que esta bajo asedio no por ataques del extranjero sino por la inmigración y el cambio que se esta dando adentro. La idea de que Estados Unidos pertenece a la civilización occidental, que le da una afinidad especial con Europa, también tiene su corolario en el concepto de la nación y quien debe pertenecer a ella.

No quisiera leer demasiado en un solo discurso dado en un país lejano para un propósito especifico, y no puedo dejar de aplaudir que Trump esta tomando una línea mas dura contra la autocracia de Vladimir Putin. Pero cuando el Presidente de los Estados Unidos empieza a hablar de luchas entre civilizaciones, no puede dejar de preocuparme como estadounidense sobre cual es su idea de quien en nuestro país esta incluido en esta civilización y quien no — y no me sorprendería si algunos de los vecinos también se preocupan si están o no incluidos en su definición de la civilización occidental que tiene que ser defendido, y no en el bando opuesto.

Vicepresidente ejecutivo del Centro
Woodrow Wilson

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