Es oficial: la violencia homicida ha regresado a los niveles registrados en los meses finales de la administración Calderón. En mayo, se registraron mil 746 averiguaciones previas por homicidio doloso, el mayor número desde septiembre de 2012. Comparado con 2015, el resultado de mayo representa un incremento de 16.5% en términos de víctimas.

La escalada parece aún lejos de terminar. De enero a mayo de 2016, el promedio diario de víctimas de homicidio pasó de 50 a 61, un incremento de 22%. De hecho, del punto más bajo alcanzado durante la actual administración federal (julio de 2014) al mes pasado, el promedio diario de homicidios ha crecido 44.2%.

No se trata de un fenómeno aislado. En comparación con el periodo enero-mayo de 2015, el número de víctimas de homicidio aumentó en 23 de 32 entidades federativas. En algunos casos, el brinco ha sido espectacular: en Colima, por ejemplo, se han registrado 423% más homicidios en 2016 que en el mismo periodo de 2015. En Zacatecas, el aumento ha sido de 159%. En Veracruz, 96%. En Nuevo León, 66%. En Puebla, 44%.

Aún si se relativizan, las cifras son de miedo. En 2014, el país registró una tasa de homicidio de 16.6 por 100 mil habitantes. Con toda probabilidad, vamos a cerrar este año cerca de 20 por 100 mil, un incremento de algo más de 20% en dos años. Al ritmo actual, se va a sobrepasar la tasa de homicidio de 2012 (22 por 100 mil habitantes) en 2017.

¿Qué explica esta oleada homicida? No hay una explicación única, pero van algunas hipótesis:

1. La fragmentación de las bandas criminales se ha acelerado. El indudable éxito del gobierno en neutralizar (como se dice ahora en la jerga oficial) a los cabecillas del crimen organizado parece haber conducido a la multiplicación de los grupos delictivos y a conflictos más agudos por el control de territorios específicos. Guerrero y Tamaulipas parecen ser casos extremos de esa dinámica, pero el fenómeno podría estar ocurriendo también en Michoacán.

2. Algunas disputas entre los grandes grupos criminales parecen haber adquirido mayor virulencia en los últimos meses. En particular, el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa estarían ya en una fase de conflicto abierto, particularmente en los estados del Pacífico (por ejemplo, Colima). De mismo modo, hay evidencia tentativa de que la guerra entre el Cártel de Sinaloa y los restos de la banda de los Beltrán Leyva se ha reactivado en fechas recientes.

3. La epidemia de heroína en Estados Unidos sigue reverberando en territorio mexicano. Las estimaciones recientes sobre cultivo de amapola muestran un fenómeno que no se limita a Guerrero. Si bien no se puede afirmar que la extensión cultivada ha crecido en los últimos dos años, esa hipótesis no se puede descartar.

4. La política de consolidación del gobierno federal fracasó. En numerosos estados, las intervenciones federales lograron disminuciones temporales en el nivel de violencia homicida, pero en ausencia de una transformación institucional en el espacio estatal y local, los números empezaron a deteriorarse en cuanto hubo una disminución de la presencia federal.

Todas estas no son más que hipótesis. A ciencia cierta, nadie sabe qué es lo que
empuja la oleada homicida. Pero un hecho es innegable: ya no hay tiempo para la complacencia y la negación. Si el gobierno no reacciona pronto, la situación de violencia que herede a la siguiente administración federal va a ser peor (tal vez mucho peor) que la imperante hace cuatro años.

Analista de seguridad

@ahope71

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