Cuando hace ahora un año Felipe VI salió al balcón del Palacio Real, sintió un escalofrío que recorrió las pieles de todos los que allí estaban, incluida la de Don Juan Carlos, su padre y monarca emérito.

Los 39 años de reinado de Don Juan Carlos fueron los mejores de toda la historia de la monarquía española. Con Don Juan Carlos pasamos de una dictadura a una transición democrática de manera incruenta; se legalizaron todas las fuerzas políticas y trajo una estabilidad que hacía más de un siglo que no se vivía en España.

Sin embargo, en el último lustro aparecieron claros y oscuros en la familia real que repercutieron directamente en la figura del monarca. Su yerno Iñaki Urdangarín y su hija Doña Cristina estaban inmersos en procesos judiciales por corrupción; su hija mayor Elena se había divorciado de Jaime de Marichalar y se hicieron públicos hechos privados de la vida de Don Juan Carlos.

El cainismo español sacrificó a un rey de manera despiadada. Y fue injusto, porque no se puede juzgar la actuación de 40 años recordando sólo los cinco últimos.

Todo aquello, unido con una sociedad depauperada, con 13 millones de pobres y seis de desempleados; con un independentismo en ciernes en Cataluña, Galicia y el País Vasco, con asuntos de corrupción en gran parte de los partidos políticos e instituciones y con una recesión económica de la que ahora empezamos tímidamente a salir. Con todo aquello se encontró un joven rey con ansias de cambio.

Don Felipe sabía que la monarquía tenía las horas contadas a menos que le diera un giro de 180 grados y actualizara la monarquía al siglo XXI, algo muy difícil porque la monarquía es tradición y la tradición se riñe con el cambio.

Pero en este año que se cumple desde su proclamación, Felipe VI ha sabido hacer su trabajo de modo encomiable. Ha dado ejemplo de austeridad bajándose el sueldo un 20%. Ha contratado auditorías externas para contabilizar las cuentas de Palacio y ha impedido aceptar miles de regalos que recibían de particulares e instituciones. Y lo más significativo, Don Felipe despojó a su hermana Cristina del título de Duquesa de Palma para separar a la Corona de las supuestas tramas de corrupción. Seguro que al rey tuvo que dolerle esta decisión. Don Felipe y Doña Cristina, como hermanos que son, siempre tuvieron una extraordinaria relación. Sin embargo supo diferenciar la hermandad de la jefatura del Estado.

El dinamismo del padre se lo ha contagiado a su hijo. En este año ha recorrido España varias veces, especialmente a Cataluña, donde las ansias independentistas son más obvias. Ha realizado 17 viajes al extranjero —entre ellos México y volverá a finales de este mes— y ha sido el anfitrión de 188 actos oficiales.

Todo ello acompañado por la reina Doña Letizia que ha sabido humanizar más la figura del rey y que ha aprendido su papel de reina de manera notable.

Felipe VI ha modernizado la monarquía en tan sólo un año. Ha sabido hacerlo de manera ejemplar.

alberto.pelaezmontejos@gmail.com
Twitter @pelaez_alberto

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