Presidente Enrique Peña Nieto:

Le escribo estas líneas para expresarle mi preocupación por la situación de emergencia que podríamos enfrentar en los próximos dos años. Creo que su gobierno no acaba de entender que el triunfo del Sr. Donald Trump trajo muy malas noticias a México. Usted ha enviado al menos tres señales equívocas: 1) El tuit de “felicitación” que publicó al día siguiente de la elección refleja una visión positiva del desenlace electoral; en diplomacia cada palabra se escoge cuidadosamente y una cosa es decir “Respeto la decisión…” y muy otra escribir “Felicito…” (el comunicado cauteloso y condicional de Angela Merkel, jefa gobierno de un país mucho menos asediado por Trump que el nuestro, le puso el ejemplo). 2) Sus declaraciones en el sentido de que se nos presenta una “oportunidad” con la Presidencia del inefable republicano, a las que añadió sus razones para que seamos “profundamente optimistas”, no recogieron la contrariedad de millones de mexicanos ni la angustia de los paisanos que viven sin documentos allende la frontera. 3) Es evidente que se ha activado un lamentable spin mediático para reivindicarlo a usted y a su exsecretario de Hacienda como “visionarios” por haber invitado a México al candidato que resultó ganador.

Perdón, presidente, pero da la impresión de que no le importa representar a su pueblo sino la misión imposible de trocar en acierto el error histórico que cometió al recibir a Donald Trump en Los Pinos y comportarse deshonrosamente ante él. Con su aparente apuesta por el Sr. Trump y la perceptible satisfacción por su victoria se está usted vinculando más a una persona de quien debería distanciarse en el imaginario colectivo. Si es verdad que su futuro homólogo no podrá cumplir cabalmente sus promesas de campaña, no lo es menos que el perfil de su equipo, su reiteración de que deportará entre dos y tres millones de indocumentados y su ultimátum sobre el TLC prueban que, como era obvio, su reunión no sirvió para sensibilizarlo ni mitigó su agresividad con respecto a nuestro país. Basta que cumpla una tercera parte de sus amenazas para que nos haga mucho daño; ¿quiere que cada vez que ejecute una de ellas se le recuerde a usted como su partidario? Su encuentro con él fue un gravísimo yerro y más vale reconocerlo sin ambages y ofrecer disculpas que enredarse con reivindicaciones que levantan a Luis Videgaray en la misma medida en que hunden al presidente de la República.

Ahora bien, su imagen es asunto suyo. Lo que a todos nos atañe es saber cómo va a encarar la Presidencia de Donald Trump más allá de discursos de autoayuda. No es mi intención ofenderlo, aunque usted nos haya ofendido a muchos por el trato que le dio al procaz injuriador de nuestra gente, pero es imperativo hablar claro y decirle que entre la pusilanimidad que mostró el 31 de agosto y la “estridencia” que tanto rehúye hay un justo medio y ese es el que, a mi juicio, quiere la mayoría de los mexicanos: el de un presidente firme capaz de defender a México con la frente en alto. Me temo que el “enorme pragmatismo” que promete esgrimir no será suficiente; se requiere, además de inteligencia, mucha valentía. A los déspotas no se les aplaca con melifluidad sino con entereza.

Soy un ferviente crítico de su gestión y haré lo que esté de mi lado para que su partido pierda las elecciones del 2018, pero no quiero que el primer mandatario de mi país sea tan débil que no pueda impedir que nos avasallen en los dos largos años que le restan a su mandato. Dejémonos de ingenuidades: el halcón no dejará de ser halcón. Trump juega rudo, nos desprecia y quiere complacer a su base social. ¡Ya no lo consienta, por el amor de Dios! Estados Unidos es mucho más poderoso pero México no está inerme. Hay cerca de un millón de estadounidenses en nuestro territorio que también hacen transacciones gravables, más de setenta tratados entre ambas naciones (varios de los cuales son más útiles para ellos), acciones nuestras en materia de migración y narcotráfico que les son vitales. Y ahí está la vertiente multilateral. Por supuesto que debe haber diálogo, pero no desde el agachamiento sino desde la dignidad y con las fichas de una colaboración mexicana que se puede revertir. Que le quede claro a Donald Trump que tampoco a él le conviene llegar al choque. Que a usted no le tiemble la mano, presidente, para hacérselo saber.

Ciudadano mexicano.

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