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Mañana se cumplen 10 años de que en el Diario Oficial de la Federación (DOF) se publicó el decreto en el que se reformaron, adicionaron y derogaron las disposiciones de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal para la creación de la Secretaría de Cultura.
Entonces se habló mucho de las ventajas y desventajas de la extinción del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el surgimiento de la Secretaría. Ese tránsito implicaría que en los asuntos del Estado, la Cultura tendría una mayor jerarquía, puesto que el Conaculta, surgido en 1988, fue un órgano desconcentrado de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Tras una década, los números son claros: el Conaculta se despidió con un presupuesto de 7 mil 292 millones. Para el primer año de vida de la Secretaría, la Cámara de Diputados aprobó un monto de 17 mil 32 millones. En el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2026, Cultura tiene 15 mil 82 millones 889 mil 146 pesos, recurso que, además, es menor al de este año.

Gestores culturales y artistas de distintas generaciones, provenientes del norte y sur, oriente y occidente del país (Baja California, Michoacán, Morelos, Campeche, Guanajuato y Veracruz) hablan de la experiencia local y la presencia de la Secretaría a través de los años.
Los entrevistados coinciden en puntos esenciales: lo necesario que es, a estas alturas del camino, actuar a partir de un trabajo hecho directamente en el territorio y la necesidad de mecanismos con los que las comunidades artísticas locales puedan dialogar con la Federación más allá de los programas y acciones que le interesan al gobierno en turno (el perfil del Cervantino, Cultura Comunitaria, las becas del exFonca, hoy Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC), el Profest, la falta de continuidad de un proyecto en esta administración, pese a que hay buenas intenciones, y una perspectiva que no deja de estar centralizada).
Desde Baja California, el promotor cultural y escritor Leobardo Sarabia, exjefe del departamento de Cultura de Tijuana, sintetiza los puntos de coincidencia de los entrevistados: “A 10 años de creación de la Secretaría de Cultura federal hay cuentas dispares. Desde el principio, su creación fue una acción unilateral, una decisión cupular. No obedeció a un diagnóstico, a una demanda de la comunidad cultural o de la ciudadanía. Conaculta, la institución previa, durante más de 20 años, mostró un catálogo de acciones y respuestas parciales e incompletas”. Y ahora, dice, la Secretaría de Cultura ha insistido en un camino parecido y carece de un alcance realmente nacional.

Asegura que privilegia dos o tres temas insistentes a los que apuesta todo: “Las artesanías, la capacitación, los concursos de canto, y se olvida de temas centrales para una política pública más amplia, que debe incluir: modernizar el sistema bibliotecario, creación de infraestructura fuera de la Ciudad de México, fomento de ediciones y festivales, fomento a la lectura y la investigación cultural, replantear su relación con municipios y estados, recuperar alguna solvencia presupuestal. Diálogo con las comunidades culturales, a las que se rehúye. Un tema preocupante es la situación laboral ahí donde tienen dependencias, como el Centro Cultural Tijuana y su temporada de despidos masivos y contracción presupuestal, que debilitan a la institución”.
En Acuitzio del Canje, Michoacán, Abdiel Villaseñor, codirector del Festival Internacional Red Serpiente y codirector de la compañía de danza contemporánea La Serpiente, afirma que la transición a Secretaría de Cultura es importante para garantizar autonomía y financiamiento desde una política de Estado. Pero en cuanto a dignificación del trabajo profesional no hay un impacto evidente. “La presencia explícita de la Secretaría de Cultura Federal se da más a través del apoyo por convocatorias de estímulos a la creación y con el respaldo parcial a Festivales Culturales. Y el desmantelamiento institucional para generar nuevas estrategias operativas no garantiza la continuidad en apoyos directos a proyectos culturales independientes”.
Un ejemplo de esto, dice, es la antigua Red Nacional de Festivales de Danza del INBAL, que desapareció siendo la actual convocatoria Profest, “la única alternativa para apoyos a festivales”. Señala que Michoacán obedece a una realidad donde los festivales de mayor permanencia son iniciativas de la sociedad civil como plataformas de divulgación de las artes. “Un centro cultural independiente hoy por hoy es prácticamente insostenible en Michoacán en términos económicos”.
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Esta mirada coincide con la de Jaime Chabaud, fundador de Mulato Teatro, compañía ubicada en Ticumán, Tlaltizapán, Morelos: “Como buen país centralista, las políticas culturales en los estados también son centralistas. Casi todo se concentra en las grandes capitales. Lo que suele ocurrir en los municipios es más labor de los artistas, centros culturales, espacios escénicos independientes que dependen de la sociedad civil organizada”.
Pero el caso no está perdido, el dramaturgo apuesta por una reestructuración y un repensar, pero no desde el escritorio. “Tendrían que mancharse un poco las botas, sin fotógrafos y sin alardes, y venir a hacer la labor a las trincheras y campo”.
La artista, Lourdes Ávila, directora de la agrupación U k'ayil-kah, habla del problema de la centralización: “En gran medida han cumplido bien su tarea de hacer llegar al público a los espacios escénicos. El problema es para los que estamos sobre todo aquí en un Campeche que, me parece, que estamos aún muy alejados de la mano de Dios. ¿Qué hacemos los artistas locales cuando viene, por ejemplo, la Compañía Nacional de Teatro con una clase magistral gratis y enloquecemos todos de felicidad? Porque ellos vienen pagados, ellos traen asegurado todo, y termina su función y se van. ¿Y qué hacemos nosotros con nuestro proyecto a estrenar, que no tenemos esas mismas posibilidades que ellos?” El problema, explica, es la creación de públicos y dignificar los costos del arte.
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De Xalapa, Veracruz, Claudia Bautista, presidenta de la Red de Librerías Independientes, (RELI) dice que el tránsito del Conaculta a la Secretaría no marcó grandes cambios: “Lo que puedo sostener es que los creadores, las personas que nos dedicamos a la gestión cultural, en este caso a las librerías, siempre estamos creando por la cuestión de la necesidad propia, de la pasión propia y a veces de la necesidad propia a pesar del gobierno y no gracias a él”.
Para los libreros el escenario no es esperanzador, aunque como civil el tema es el mismo: están los eventos que tienen presencia desde la federación. Claudia Bautista reconoce la sensibilidad y apertura de esta administración: “Ya no es un rechazo, pero todavía nos quedamos esperando los resultados que nunca llegan. ¿De qué sirve que nos reciban?, ¿de qué sirve que dialoguemos?”
En esta línea, igual que Villaseñor, Chabaud dice que la presencia fuerte viene de convocatorias. Ahora, Mulato Teatro tiene, por ejemplo, México en Escena, pero terminará el próximo año y estarán en la banca. “Hemos estado en la banca. ¿Y qué pasa cuando estás en la banca. Tienes que reducir a un mínimo el pulso de tus actividades”. Dice que, al menos, a favor del arte, tienen una presidenta municipal empática con la Cultura.
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En Guanajuato, María José Abreu, gestora cultural e investigadora, ganadora del Premio Municipal de la Juventud en 2016 y el Premio Emma Godoy en la categoría Defensa del Patrimonio Cultural (Guanajuato), afirma que, en muchas ocasiones, el Cervantino se ha sentido como un festival que no entiende los procesos locales: “Dicen: programa, administra, gestiona, pero no hay un entendimiento del territorio. Después de Cervantino, no percibo una política pública cercana en otra época del año. Quien en verdad conoce el territorio son los municipios, la Secretaría de Cultura a nivel estatal, pero esa escucha de las necesidades de acá no existe”.
De entre los programas, Abreu menciona Cultura Comunitaria, pero asegura que trabajar en él requiere un gran esfuerzo material que no está pensado (el traslado hasta zonas remotas, la falta de pagos dignos la hacen una labor de amor al arte). Al reverso de esto, el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) ha dado buenos resultados, concluye la gestora cultural independiente.
Chabaud concluye: “Sé que hay intenciones de reconfigurar el mapa de la cultura y la relación de la Secretaría de Cultura con los artistas. Yo estuve en una reunión con Claudia Curiel y al menos esa es su intención, pero es urgente que haya un nuevo pacto. Yo diría que urge un nuevo pacto entre los artistas y la Secretaría de Cultura Federal para que se construyan nuevas políticas que vuelvan a meter en la maquinaria de la cultura nacional a los artistas y gestores culturales que fueron obviados”.
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