La crisis ecológica que padece actualmente nuestro planeta ha puesto en entredicho incluso la supervivencia, a mediano plazo, de nuestra propia especie. Ahora bien, por paradójico que suene, esta crisis se debe en gran parte a las actividades que los humanos llevamos a cabo día a día.

Apenas nos levantamos, utilizamos energía eléctrica para iluminar nuestra vivienda, agua para bañarnos, gas para prepararnos el desayuno, gasolina para trasladarnos en un automóvil o un vehículo de transporte público a nuestro sitio de estudio o de trabajo…, donde volvemos a utilizar energía eléctrica para encender la computadora, agua para ir al baño y lavarnos las manos, gas para comer, gasolina para regresar a casa...

Asimismo, la totalidad de las industrias (minera, textil, química, alimentaria, automotriz, maderera, etcétera) recurre a los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) para mantener en funcionamiento sus cadenas de producción.

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Es decir, todo lo que hacemos a diario tiene un impacto en el medio ambiente. Pero hoy en día, este impacto —que se traduce en niveles muy elevados de contaminación del aire, el suelo y el agua, y en lo que se conoce como calentamiento global— ha adquirido una fuerza devastadora.

“Hasta la Revolución Industrial, el impacto de las actividades humanas en la naturaleza fue mínimo porque casi todos los recursos utilizados eran renovables. Sin embargo, a partir de esa transformación de los modos de producción y comercialización de bienes, la quema de combustibles fósiles comenzó a liberar dióxido de carbono a la atmósfera. Con el paso del tiempo, éste y otros gases de efecto invernadero han formado un manto cada vez más denso que atrapa el calor en dicha capa. El resultado de este proceso es que, en los últimos 200 años, la temperatura media de la Tierra ha aumentado 1.2 grados Celsius”, indica Alejandra Alvarado Zink, bióloga, experta en temas relacionados con el medio ambiente e integrante del grupo de Educación y Comunicación Ambiental de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM.

Dos complejísimos problemas

A lo largo de su existencia, nuestro planeta ha acogido a más o menos especies y, en opinión de Alvarado Zink, siempre habrá organismos vivos sobre su superficie.

“La Tierra no está preocupada por nuestra posible extinción, ni mucho menos. Para ella somos una especie más entre millones. Por lo contrario, quizás esté molesta por todas las barbaridades que hemos cometido en su contra. Pero ya se percató de que si sube su temperatura nos puede aniquilar. Así pues, somos nosotros, los humanos, los que debemos estar preocupados —y ocupados— por sobrevivir”, añade.

De acuerdo con Alvarado Zink, los humanos tenemos que afrontar y tratar de resolver dos complejísimos problemas: qué hacer para no quemar tantos combustibles fósiles y qué hacer para no usar tantos recursos en nuestra vida cotidiana.

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Por lo que se refiere al primero, aunque ya se ha avanzado mucho en el desarrollo de las energías limpias (solar, geotérmica, eólica e hidráulica), la mayoría de los países y sus habitantes todavía tiene un acceso muy limitado a ellas.

Con respecto al segundo, Alvarado Zink cree que el mejor camino es volvernos unos consumidores más conscientes e informados, y poner en práctica, con mayor frecuencia, la regla de las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar.

“En primer lugar hay que cambiar nuestra mentalidad y aprender a utilizar solamente los recursos que necesitamos. Por ejemplo, resulta conveniente saber cuáles son las porciones adecuadas que debemos ingerir para tener una dieta balanceada. Si nuestra familia está compuesta por cuatro miembros y compramos cuatro manzanas, éstas nos tendrían que durar dos días, porque nadie requiere una manzana entera al día y cada una consta de dos porciones… En segundo lugar hay que hacer una selección de aquellos objetos que podemos reutilizar, como frascos o envases de vidrio, cajas de cartón, ropa... Y en tercer lugar hay que incorporarnos sin reservas al proceso de reciclaje, separando la basura orgánica y la inorgánica. Por supuesto, también es importante consumir productos hechos en forma sustentable”, finaliza.

Islas de plástico

En los últimos años, a consecuencia del manejo negligente e irresponsable de miles de millones de toneladas de basura, gigantescas islas de plástico han surgido tanto en el Pacífico norte como en el Pacífico sur. 

No obstante, lo que dejan ver sólo es la punta del iceberg, como se dice, pues debajo de ellas se dispersan cantidades ingentes de micropartículas de plástico que luego son devoradas por peces y mariscos que terminan en el estómago y la sangre de muchísimas personas.

Cuando uno está en la calle y tiene sed, parece fácil ir a una tienda o un supermercado, comprar una botella de agua, bebérsela y tirarla en un bote de basura. 
Pero es indudable que esta simple cadena de acciones, multiplicada por millones y millones de consumidores en el mundo entero, pudo haber contribuido decididamente al surgimiento de esas monstruosas islas de plástico en el Pacífico.

“Una buena medida para empezar a revertir los efectos de la basura en nuestro planeta es dejar de comprar botellas de agua y sustituirlas por un recipiente de vidrio; además, el agua en un recipiente de vidrio se conserva más fresca”, afirma Alvarado Zink. (R. Gutiérrez).

Alejandra Alvarado 
Dirección General de Divulgación de la Ciencia 
“La Tierra no está preocupada por nuestra posible extinción. Para ella somos una especie más entre millones. Por lo contrario, quizás esté molesta por todas las barbaridades que hemos cometido en su contra”

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