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Sergio Ramírez vuelve a la novela policiaca nueve años después de publicar El cielo llora por mí. Su nueva historia, Ya nadie llora por mí (Alfaguara), buscó adentrarse en las profundidades más oscuras de su Managua querida. El recién ganador del Premio Cervantes 2017 hizo otra exploración aún más profunda en Antología personal. 50 años de cuentos (Océano); seleccionó él mismo 20 de sus relatos y se planteó un prólogo en el que cuenta su vida y cómo nació escritor de cuentos.

El narrador nicaragüense que estuvo en FIL de Guadalajara asegura que la novela policiaca permite desnudar las emociones de otro modo, pues el instrumento es un investigador que va copiando información y el escritor la va transmitiendo al lector. Un género literario bien eficaz sobre todo cuando se trata de desentrañar desde la literatura, la vida política y social de un país y lo que está oculto.

“Qué mejor que un investigador para hacerlo, en este caso qué mejor que un investigador que comparte mis propios principios éticos; que venimos del mismo fenómeno. Dolores Morales viene de la revolución, fue un guerrillero, un combatiente que perdió una pierna y que ve cómo cambia el mundo frente a sus ojos en los 90, cuando la revolución es derrotada en las elecciones y tiene que adaptarse al nuevo medio que se está creando sin abandonar sus principios, más bien los va transformando en humor negro, de modo que la novela negra me parece muy eficaz para contar América Latina”, señala el autor.

Esta segunda parte de la novela El cielo llora por mí relata una nueva aventura de Dolores Morales, el inspector que ya fue dado de baja en la Policía Nacional pero un encargo va a sacarlo de la rutina: la desaparición de la hija de un millonario. Pronto el caso se revela como la punta de un iceberg en el que toman forma la corrupción y el abuso de poder que subyacen en el discurso revolucionario de la Nicaragua contemporánea. Una Nicaragua que tiene cambios pero sigue igual. “Hemos vuelto a la sociedad dividida en clases, radicalmente; con abismos de injusticia, unos que pueden más y otros que no pueden del todo, con desinformación, empleo informal, y por encima mucha corrupción, entonces esa es la sociedad en la que vivimos y es la sociedad en la que vive el inspector Morales”, afirma Ramírez, quien reconoce que esta novela es una exploración de los subterráneos del poder.

“Nicaragua y México tienen zonas muy oscuras, no hay ninguna duda, y aquí el terreno de la novela negra es inmenso por todas las anormalidades también, los desafíos al poder institucional, los poderes paralelos del narcotráfico, del crimen organizado, de los Zetas”, afirma Ramírez, el primer narrador centroamericano en obtener el Premio Cervantes.

El autor de Margarita, está linda la mar dice que desgraciadamente las situaciones peores son las que mejor son aprovechadas por la novela. “Si la situación cambiara, el novelista tendría que buscar otra forma de narrar y abandonar este terreno, que ya no existiría. Eso me atrae mucho como ciudadano y me desconsuela como escritor, pero prefiero que la situación cambie aunque yo tenga que ir a buscar otras formas de narrar”.

A Sergio Ramírez le interesa el cuento porque le interesan los personajes más que la historia, aunque sabe que la historia modifica la vida de los personajes. “Ver cuando la historia pega un golpe rotundo sobre el tablero y dispersa las fichas y las avienta por distintos lados, eso lleva a la gente al exilio con sus morrales buscando el camino de la frontera hacia Sonora, montados en la bestia, amenazada por los Zetas; la historia los ha golpeado, la injusticia económica los ha hecho huir de sus lugares”.

Ramírez dice que el cuento es un territorio privilegiado para enfocar la vida de “los pequeños seres”, los personajes secundarios que le dan una gran riqueza al relato. “Son vidas sencillas, gente sin pretensiones de grandeza, no tienen lustre y sin embargo sus vidas son muy ricas”.

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