Un grupo de investigadores de México y Estados estudia esqueletos del acervo osteológico del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) que resguarda el Museo Nacional de Antropología, que datan de hace mil 300 años, para conocer los cambios anatómicos y las adaptaciones que tuvieron con base en el tipo de vida que tenían.

Parte del estudio, consiste en comparar los esqueletos de recolectores con agricultores para saber qué diferencias tenían por su estado de salud a partir de las “huellas” que dejan diferentes tipos de vida en los esqueletos, explica en entrevista el investigador Juan Manuel Argüelles.

El antropólogo físico por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) participa en el estudio que se realiza de manera conjunta con especialistas de diferentes instituciones de Estados Unidos.

En conjunto, los investigadores también analizan la industria lítica, es decir, las herramientas elaboradas a partir de piedras que utilizaron los Homo habilis, los Homo erectus y los Homo sapiens, así como los usos que les dieron.

“Lo que propongo es que una vez que tuvimos que evocar en nuestra mente aparatos que íbamos a producir, tales como los raspadores o los objetos líticos que utilizamos para la cacería o la recolección, tuvimos una evolución que hizo que nuestro cuerpo cambiara de varias maneras, hasta convertirnos decididamente en cazadores recolectores”, dice.

Su hipótesis surgió al percatarse de que entre las especies hubo cambios relacionados con su forma de vida gracias a los artefactos que emplearon para sus diferentes actividades. Si bien en los estudios sobre la evolución humana se han catalogado diferentes especies, para este estudio se tomó como punto de partida al Homo habilis, porque ha sido tomado como el primer género del “Homo”.

“El Homo habilis es la patada inicial de la revolución cognitiva porque está asociado con lo Olduvayense o modo industrial 1, que es un tipo de artefacto que el Homo habilis fabricó para poder apropiarse del tuétano de los animales”.

Además de ser considerados como los primeros en usar herramientas de piedra, los Homo habilis, explica el investigador, se caracterizaron porque no eran cazadores ni corredores, y su anatomía estaba compuesta por piernas cortas.

Los Homo erectus, sucesores de los Homo habilis, tuvieron un cambio significativo, porque se convirtieron en cazadores: “Hay que recordar que si bien hay cazadores entre los mamíferos, los primates no solían ser cazadores, eso hizo que cambiaran sus glándulas sudoríparas, para que fueran termorreguladores y se volvieran animales más empáticos y compartidos”.

Todos esos cambios, añade Jaun Manuel Argüelles, tuvieron que ver con la dieta que llevaban: “Quiero mostrar que tan sólo la diferencia entre esas dos herramientas indican dos maneras de apropiarse del mundo”.

La anatomía en la evolución humana

Los homínidos son una familia de primates entre los que se encuentran los humanos, así como los Homo habilis, Homo erectus y Homo sapiens, que son los estudiados en el proyecto en el que participa Juan Manuel Argüelles.

Aunque forman parte de la misma familia, entre cada especie hay diferencias, por ejemplo, el Homo habilis tenía un cerebro de aproximadamente 650 centímetros cúbicos, piernas cortas, brazos largos y sus herramientas no eran construidas para la cacería.

En cambio, el homo erectus tuvo piernas largas, brazos un poco más cortos; así como un cerebro de casi mil centímetros cúbicos y con capacidad craneana, además de que sus herramientas sí eran de cazador.

“Con estas diferencias podemos hacer inferencias. Por ejemplo, un cazador recolector necesita muchas glándulas sudoríparas para hacer carreras largas por tiempos prolongados y se le conoce como caza de persistencia. Un Homo habilis con piernas cortas no era un cazador y es probable que como el resto de los primates que conocemos, no tenga la misma cantidad de glándulas sudoríparas”.

En comparación con el Homo habilis, en los humanos se registró una evolución en el talón que “está hecha para correr”, además de ser de los pocos animales con capacidad para regular su temperatura.

“Mientras corremos regulamos nuestro cuerpo. Hoy en día tenemos en el cuerpo varias anatomías para caza o recolección y a veces no reparamos en ello. Todos estos cambios anatómicos se dieron por selección natural. Parte de mi propuesta consiste en que la capacidad para construir un instrumento hizo que evolucionáramos de esta manera y no de otra”.

Los cambios anatómicos también se dieron en el Homo sapiens, especie que se caracterizó por tener una bóveda craneal “muy redonda”, así como unas piernas más largas, en relación con otras especies.

Los Homo sapiens tuvieron transformaciones sobre todo en los pies y en las manos, afirma Argüelles, por el “movimiento fino” y una marcha específica que no se vio en otros homínidos; sin embargo, esos no son los únicos cambios, también hay otros que tienen que ver con su desarrollo a lo largo del tiempo.

“Los Homo sapiens (o humanos) somos animales neoténicos, es decir, nos desarrollamos lentamente. Tenemos una infancia prolongada, mientras los demás primates pasan de un estado embrionario a un estado juvenil, eso permite que tengamos tiempo de aprendizaje. Tenemos la ventaja de aprender en tiempo prolongado, pero esto implica un costo, necesitamos una inversión parental, los Homo sapiens tenemos que ser cuidados por mucho tiempo para poder sobrevivir, eso hace que tengamos una cohesión social a la que llamamos relaciones de parentesco”.

Anatomía y organización social

Juan Manuel Argüelles sostiene que los cambios anatómicos inciden directamente en la forma de vida, aspecto que se debe de tomar en cuenta, sobre todo en la actualidad, cuando hay estudios que demuestran un alto grado de sedentarismo.

“Comprender al cuerpo humano en su evolución nos permite entender algunos problemas importantes de salud que tenemos hoy. Actualmente tenemos muchas enfermedades no contagiosas pero que son por un desajuste metabólico, es decir, si bien no contagiamos a la siguiente generación, sí se les hereda una cultura y costumbres que no siempre ajustan con el cuerpo que tenemos. Hoy llevamos una vida sedentaria en muchos sentidos, con alimentos procesados con altos contenidos calóricos y energéticos, pero no practicamos las mismas actividades que nuestros antepasados”.

Entre las enfermedades que enumera el investigador se encuentran la obesidad, la diabetes, la hipertensión e incluso algunos tipos de cáncer, mismas que tienen lugar en cuerpos sin actividad.

“Tenemos un cuerpo que cuando evolucionó en el Pleistoceno, en ese entonces no debía haber una cultura deportiva, porque cazaban o recolectaban. Hoy en día no hacemos esas actividades pero no se practica lo que suple ese uso del cuerpo”.

El antropólogo físico inició la investigación hace dos años y medio, pero aún se encuentra a la mitad del estudio, puesto que aún faltan otros análisis, por lo que pretende concluir su proyecto en dos años y medio.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses