Phoenix. —Roden Crater, la magna e indescriptible obra de arte que hace 40 años empezó James Turrell, el “Escultor de la luz”, a construir en un volcán inactivo de Arizona se acerca a su conclusión y su encuentro con el público.

“Los precedentes para comparar el trabajo de Roden Crater son Teotihuacán y Machu Picchu, pero nos referimos a obras grandiosas del pasado, porque actualmente en el arte no hay nada que se compare a Roden Crater, es una maravilla internacional”, dice Miki García, directora del Museo de Arte de la Universidad Estatal de Arizona (ASU).

Este centro colabora con el artista californiano de 75 años para lograr los fondos necesarios para que Roden Crater abra al público en cinco años y garantizar su preservación.

Turrell comenzó hace cuatro décadas a trabajar en un cono volcánico en el desierto de Arizona a unos 2 mil 400 metros de altitud para transformarlo en un espacio de interacción con los cuerpos celestes a través de las variaciones de la luz del Sol, la Luna, las estrellas y el espacio.

El artista californiano ha dedicado más de la mitad de su vida a esculpir y construir espacios que juegan con la luz dentro del cráter, algunos con maravillosos efectos como si se tratara de observatorios, telescopios y cámaras.

“La asociación con ASU ha encendido un fuego debajo de mí, se ha acelerado mi visión de que haremos que Roden Crater se complete y tenga sostenibilidad en el futuro, cuando me haya ido. Esta participación con ASU y su amplio trabajo, de repente, me hace volver a sentir joven, es fantástico”, indica el artista.

La del volcán es la obra más importante de Turrell, quien ha trabajado en otros proyectos arquitectónicos y expuesto en algunos de los mejores museos de arte contemporáneo del mundo.

La universidad, junto con Turrell y la Fundación Skystone, prevén recaudar 200 millones en los próximos dos años para concluir los trabajos.

En total, el plan de Turrell contempla más de 20 áreas construidas en el interior del cráter que utilizan la luz y el espacio para crear obras de arte diseñadas para que los espectadores contemplan la luz, los solsticios, el paisaje y el tiempo.

En el proyecto convergen influencias que van del arte precolombino y el budismo zen hasta el minimalismo y cuenta con una vertiente educativa, gracias a la cual estudiantes de ASU acuden al cráter y allí aplican su experiencia dentro del volcán en sus diferentes carreras.

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