Ante Juan Gabriel (7 de enero de 1950, Parácuaro, Michoacán, México-28 de agosto de 2016, Santa Mónica, California, Estados Unidos), la objetividad no existe. La indiferencia o antipatía que causa a algunos no hace mella a la abrumadora entrega de los más por su aportación a nuestra educación sentimental y vida cultural. El día de su muerte tomaba un café en el centro de Cuernavaca, la noticia irrumpió en la radio y durante las tres horas siguientes dos estaciones locales se enlazaron y programaron sin interrupciones sus hits.

Rumbo a casa, en los comercios de avenida Domingo Díez seguían escuchándose sus canciones. La escena se repetía en muchas ciudades más. Lo que siguió fue la apoteosis nacional que culminó en el Palacio de Bellas Artes, donde cantó por primera vez en mayo de 1990 con la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la tutela de Enrique Patrón Rueda, sobreponiéndose al rechazo de cierta élite y al intento de huelga del sindicato. Lo haría dos veces más, en 1997 y 2013, por sus 25 y 40 años de trayectoria.

En Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero (Netflix, 2025), María José Cuevas cuenta su historia en cuatro capítulos de casi una hora cada uno. El artista llevó un registro de su vida personal y profesional en más de dos mil cintas en super 8, VHS y Beta, más fotografías, cuadernos, grabaciones en casetes, recortes de periódicos y revistas. María de la Paz Arcaraz, su productora por más de 20 años, guardó también un copioso acervo. La directora del documental –y también guionista— se apoya en ese material y complementa con entrevistas a Daniela Romo, Patty Chapoy entre otros integrantes del mundo del espectáculo, a manera de complementos o contrapuntos. Laura Woldenberg e Ivonne Gutiérrez fueron las productoras.

Crédito: Youtube
Crédito: Youtube

La directora afirma que la familia –Iván Aguilera es el heredero universal— no presentó objeciones para el uso del material ni con el resultado final, que le mostró antes de su lanzamiento. No había razón para hacerlo. El documental es una merecida celebración y los aspectos de controversia son tratados con delicadeza. Debo, puedo y quiero se ocupa así del registro de su talento innato, las circunstancias adversas que encaró desde la infancia, su determinación para alcanzar la fama, su natural carisma, varias de sus canciones más populares, sus conciertos históricos.

Juan Gabriel fue hijo de padre ausente, arriero y campesino, que murió durante su infancia. La madre, a la que tantas canciones le compuso, pareciera no aceptarlo, llegó a recluirlo en un internado, del cual escapó. El documental no registra el momento en el que se identifica y hace pública su homosexualidad por lo que no sabemos si fue un tema que afectó la relación madre-hijo, ni si lo abordó en su vasto registro autobiográfico, lo mismo que a sus parejas o romances. ¿No dejó testimonio al respecto?

Desde el comienzo de su carrera, el canta-autor mostró una gran naturalidad para volver su preferencia sexual en parte de su personalidad pública. Lo gozaba, sin duda, y ese gozo era contagioso. En el memorable primer concierto en Bellas Artes, los caballeros salieron del closet por unas horas, ante el beneplácito de sus parejas. La misma catarsis se repetiría en muchos conciertos más. “¿Juan Gabriel es gay?”, le preguntaría un periodista. La respuesta acaba la discusión: “lo que se ve no se pregunta”.

Lo que adquiere preponderancia en el documental es su afecto por las grandes divas, que le corresponden por igual, por sus hijos, por las nanas de sus hijos y por María de la Paz Arcaraz, quien después de más de 20 décadas se alejó, pues tantos años a su lado la drenaron por completo. El documental registra la controversia acerca de si sus hijos son biológicos y Juan Gabriel acaba con la discusión: “son mis hijos”. Daniela Romo acepta que sabe detalles y defiende el derecho a su privacidad. Juan Gabriel también le propuso matrimonio a la cantante Isabel Pantoja, quien lo rechazó aunque luego de arrepintió, y a Aída Cuevas, quien prefirió que continuara la relación como compadres. Era “lo que se ve no se pregunta”, y aún así buscaba una pareja heterosexual. ¿Le interesaba acrecentar su paternidad?

El documental no aborda a fondo las causas de la ruptura entre Juan Gabriel y Rocío Durcal, una de las colaboraciones de más alta repercusión profesional, que se habría deteriorado por cuestiones de carácter, así sin más. Para Juan Gabriel, Juan Gabriel era el centro, y nada más. Tampoco, nada sobre sus enfermedades: obesidad, diabetes mellitus e hipertensión alta. No figura su testimonio ni el de ninguna de sus personas cercanas, se evitan las referencias a sus hábitos de vida, o si llevaba o no un tratamiento médico. ¿Tampoco documentó nada al respecto? Lo que sí se repite en el documental es su preocupación por el envejecimiento, por la belleza que se esfuma.

Aunque queda documentada su gran facilidad para componer sobre cualquier aspecto de su vida cotidiana, no se aborda su periodo de formación: sus lecturas, sus compositores favoritos. El Divo indica que se expresa con un lenguaje sencillo pues ese es el que conoce, pero no ahonda más allá. Hay un pasaje donde intenta explicarles a unos guitarristas los acordes de una pieza, pero pareciera que desconoce las pisadas y sólo acierta a medias a emular los sonidos que busca con la voz.

Lo mismo sucede en una secuencia con Rocío Durcal y con Natalia Lafourcade. Lo cierto es que tan pronto levaba anclas, llevaba consigo a cantantes, músicos, directores de orquesta, público. Patrón de Rueda compartió que, para el primer concierto en Bellas Artes, tuvo que aprender el estilo de improvisación de Juan Gabriel que encendía el escenario. Era allí donde, pesar de esas aparentes carencias en su formación musical, reconocía de a oído si algún instrumentista estaba saliéndose de tono o se encaminaba hacia otra parte.

Debo, puedo y quiero nos colma de regocijos. Juan Gabriel decidió llevarse sus secretos a la tumba y quizá esa sea su última enseñanza para nuestra educación sentimental. La eficaz dirección-producción integran los distintos planos del documental y el guión nunca olvida que la música de Juan Gabriel es la biografía de Juan Gabriel y, al final de cuentas, lo que importa, lo único que importa, lo que en nosotros perdura.

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