En los 90, antes que una bomba traiga un apagón , un señor de camisa y corbata llegaba hasta la puerta de tu casa , tocaba el timbre y se sentaba en uno de los sillones de terciopelo para explicar la maravilla dentro de su maletín: los ocho tomos de la Enciclopedia Océano , los siete de la Sopena o los cuatro libros de las didácticas Preguntas y Respuestas de Carlitos , Charlie Brown. Luego de arreglar un convenio , después de invitarle un trago, el señor de saco y corbata sacaba un bonus track: el o el último Larousse .

Las únicas búsquedas que se hacían entonces eran para saber cómo pagar . Nadie sabía que era . Y así hacíamos las tareas: de la tarde a la noche, revisando los libros y prendiendo un lamparín .

En los 2000, un señor de camisa y corbata llegaba hasta la puerta de tu casa, tocaba el timbre y se sentaba en uno de los sillones de terciopelo para explicar la maravilla dentro de su maletín: todos los kilos de sabiduría que venían en las enciclopedias de lomo guinda y letras en pan de oro se habían reducido a un cd: el instalador de Internet , el invento más revolucionario del siglo XXI . Y con él, después de una sofisticada configuración, la aparición del diccionario de consulta más grande de la historia.

Fue en un garaje de Menlo Park , de Susan Wojcicki, donde Larry Page y Sergey Brin crearon la primera oficina de Google. Hoy, incluso, gracias a Google Street Viw se puede volver a ver el lugar en una foto de 360 grados.

Viente años después de su nacimiento, esta nota también es un homenaje: al Sopena, Océano, Baldor, Diccionario Larousse Ilustrado, Escuela Nueva y muchos otros libros que nos acompañaron antes de que todo se resuma a un click . Luego de Encarta y antes de Google.

Cuando no sabíamos qué rayos era 'googlear'.

nrv

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