Un par de botellas de PET navegan tranquilamente debajo del furioso aguacero hasta colocarse justo encima de una coladera donde parece que el plástico, en sus múltiples variedades, es el invitado especial. Hay de todo: la bolsa que guardó un almuerzo a medio comer, unos trozos de vaso de unicel del café vespertino y una botella de agua con la que alguien sació su sed antes de lanzarla a la acera. Poco a poco el agua se va acumulando y lo que antes era un camino para autos, gradualmente se va transformando en un peligroso río urbano alimentado por la torrencial lluvia que no cede.

Tampoco es la primera representación de esta escena de caos urbano que se clona en diferentes puntos de la ciudad en la época de lluvia y que si bien es producto de muchos factores, como la mala planificación de obra y servicios urbanos, así como la falta de responsabilidad ciudadana para deshacerse de sus desechos, también es un problema originado por las compañías que comercializan sus productos en esas botellas y empaques que parecen reproducirse por generación espontánea.

No basta reciclar

México es el primer consumidor de agua embotellada y el segundo de refrescos en el mundo. Alrededor de 90 millones de botellas de refrescos y de agua, hechos de Polietileno Teraftalato (PET), son lanzados a la vía pública, carreteras, bosques, playas, ríos y mares. Organizaciones ambientalistas como Greenpeace subrayan que no se ha tratado con suficiente fuerza otro punto importante en el manejo de desechos: la responsabilidad de las empresas.

Son contundentes, pues dicen que no se trata sólo de reciclar, sino de producir menor cantidad de este tipo de empaques. Para lograrlo se requiere el compromiso de las grandes compañías que los generan para innovar en acciones a gran escala para encontrar nuevas y más eficientes formas de comercializar sus productos sin que la basura se convierta en un problema in crescendo.

Miguel Rivas, quien forma parte de Greenpeace México detalla que hace un año se lanzó una campaña global para reducir el uso de plásticos y donde nuestro país forma parte de las oficinas que lideran este proyecto. Esta historia inició con una acción en el Mediterráneo y limpieza de playas en Filipinas donde con los residuos recogidos se creó una ballena gigante como un llamado a crear conciencia sobre el impacto que tienen este tipo de materiales en el medio ambiente.

“El año pasado la campaña se centró mucho en Coca-Cola y en la petición de que elaboren el 100% de sus envases con reciclado de material post consumo. Sin embargo esta compañía es sólo parte de un conjunto de emoresas que genera la mayor parte de empaques plásticos que se producen en el mundo”, comenta. Greenpeace identificó a siete gigantes del mercado: Coca-Cola, Starbucks, McDonald’s, Pepsi, Unilever, Nestlé y Procter & Gamble. Los eligió a ellos porque la mayor parte de la basura plástica del mundo corresponde a sus productos, pero también “porque al ser empresas líderes en el mercado tienen el poder de financiar cambios y pueden marcar la diferencia y encabezar el fin de la era de los desechables”.

Coca-Cola tiene la más grande planta de reciclaje de PET en América, instalada en México bajo el nombre llamada PetStar y de cuyas virtudes ya hemos hablado en estas páginas, sin embargo, para los ambientalistas estos esfuerzos no bastan, pues todas las empresas mencionadas tienen una fuerte presencia en nuestro país. La petición es que asuman su responsabilidad y más allá de reciclar se comprometan a eliminar el uso de contenedores de plástico de un solo uso.

En 1950, con una población de 2 mil 500 millones de habitantes, el mundo produjo 1.5 millones de toneladas de plástico; actualmente, con una población de más de 7 mil millones, se  producen 311 millones de toneladas. Se calcula que en los últimos 10 años hemos producido más plástico que en el último siglo, pero 50% de este material se desecha. Rivas argumenta que se le está dejando toda la responsabilidad al consumidor para deshacerse de un producto que finalmente no pidió, pues lo que busca el consumidor es lo que viene adentro del empaque plástico.

Aunque la sociedad en general actualmente se preocupa más por separar su basura y lograr que al final una parte se logre reciclar, se trata de un ciclo de producción de estos materiales que sigue en crecimiento y donde al final siempre algún tipo de esta basura, por más de educación ambiental que tenga el consumidor, acabará ejerciendo algún daño. La escritora Margaret Atwood decía, quizá con el corazón un poco roto, que cada historia de amor tarde o temprano se convierte en una tragedia, sólo es cuestión de esperar. Quizá esta frase también se podría aplicar a una botella de plástico flotando junto a una coladera o en el océano... y la realidad es más descarnada que la literatura.

El mar, el basurero del mundo

El equivalente a un camión lleno de desechos de este material se vierte en nuestras costas cada minuto. Para Greenpeace, el ritmo de producción y el consumo excesivo de plásticos de un solo uso pone en riesgo la salud y el equilibrio de los océanos, los ecosistemas básicos para la vida en la Tierra: se estima que hasta 12.7 millones de toneladas métricas de plástico ingresan al océano por año. El vertiginoso ritmo con el que aumenta la producción de estos materiales ha ocasionado que hoy más de 5 trillones de piezas de plástico, que pesan alrededor de 250 mil toneladas, floten en las superficies marinas apropiándose del paisaje.

“Justo una de las cosas que queremos cambiar en esta narrativa del plástico, por decirlo así, es que tenemos de dejar de ver al reciclaje como la solución, si bien es cierto que es una medida que contribuye, no es una solución y no lo es porque lo que se tiene que parar es este gran flujo de plástico que finaliza en los oceános”, señala Rivas, quien agrega que hoy los principales daños a la biodiversidad están vinculados con la presencia del plástico en los océanos.

Después de crear caos en una urbe, una botella de plástico puede llegar hasta el fondo del mar, contaminar ecosistemas marinos, matar especies y convertirse en microplásticos que incluso pueden ingresar hasta nuestra mesa sin previo aviso. Según el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), la contaminación plástica está presente en todas partes, desde las playas de Indonesia hasta en el fondo del océano en el Polo Norte y está ascendiendo silenciosamente por la cadena alimenticia hasta nuestro estómago.

“Tenemos que dejar esta cultura de consumir y tirar, la idea es lograr un cambio en los patrones de consumo. Reciclar, finalmente también conlleva a la idea de consumir y tirar. De lo que se trata es de cambiar esta concepción con nuevas dinámicas como envases canjeables o reusables”, sostiene Rivas.

El ambientalista también comenta que una de una de las empresas que recientemente respondió a la petición de su organización es Nestlé. La compañía de alimentos y bebidas más grande del mundo, emitió recientemente un comunicado con el objetivo de abordar la creciente crisis de contaminación por plástico, sin embargo para Greenpeace la declaración de la compañía no incluía objetivos claros o un cronograma para reducir y eventualmente eliminar los plásticos de un solo uso.

Greenpeace ha evidenciado a esta empresa como uno de los principales generadores de basura del mundo, pues los productos de desecho de Nestlé se encuentran en todo el mundo. Por ejemplo, fue la marca con mayor presencia entre la basura recolectada en la limpieza realizada en Freedom Island, Filipinas, el año pasado.

En México aún no existe una ley de responsabilidad extendida que obligue a las empresas a recuperar el material contaminante que generan para comercializar. Por otra parte, Rivas señala que no hay estudios específicos sobre las playas más contaminadas con este tipo de basura en nuestro país, pero hay lugares donde regularmente se detectan grandes cantidades de estos desechos, como el caso de Malarrimo, en Baja California Sur. Este también es un lugar importante para la biodiversidad, pues cada año las ballenas grises migran casi 10 mil kilómetros desde las aguas gélidas de los mares de Bering en Alaska a las aguas templadas de la zona central de la costa occidental de esta península.

China reciclaba casi la mitad del plástico que producía el planeta, pero desde el año pasado se prohibieron las importaciones de veinticuatro tipos de desperdicios sólidos, incluido el tereftalato de polietileno (PET) de baja calidad que se utiliza en las botellas de plástico. Este cambio ha hecho que los países occidentales tengan aún más problemas para lidiar con su acumulación de basura. Se estima que sólo 9% del plástico ha sido reciclado desde la creación de este material hace casi siete décadas. En la Cumbre Mundial de los Océanos, realizada el mes pasado, se subrayó que los ecosistemas marinos ya no soportan soluciones a largo plazo.

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