Ubicadas a casi mil kilómetros de la costa de Ecuador, el archipiélago que conforma las Galápagos es considerado uno de los sitios más aislados del planeta. El capitán Jacques Cousteau les dedicó un capítulo de su “Mundo Submarino”, aquella serie grabada en los años 70. El título “Dragones de las Galápagos” hacía referencia a las iguanas marinas, animales endémicos de estas islas, consideradas fósiles vivientes que, según se ha pensado, fueron las que inspiraron a Darwin su teoría sobre la evolución de las especies.

Conformado por 13 islas principales de origen volcánico y casi 100 islotes, el archipiélago fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1979 y desde entonces su historia, sus encantos y sus secretos dieron la vuelta al mundo atrayendo miles de visitantes.

Su increíble biodiversidad se encuentra tanto bajo el agua donde existe un sinfín de especies que no existen en otro lugar del planeta más que en estas islas (ya desde 2009 se han dado a conocer una decena de nuevas especies de peces y corales) como sobre la tierra en forma de diversas especies: tortugas como la famosa Harriet –que se calcula vivió 176 años–, lobos marinos, iguanas, piqueros de patas azules, albatros ondulado, entre muchas otras más, pelícano pardo, pinzón mediano, búho campestre de las Galápagos, pingüino de las Galápagos, entre muchas otras más.

El frágil ecosistema se ha mantenido casi intacto por cientos sino es que miles de años. Sin embargo, hoy la vida, marina y terrestre, en las islas se encuentra gravemente amenazada. Toneladas de basura plástica son arrastradas cada año hasta ellas, al grado de ser ahora el material con el que las aves hacen sus nidos o convertirse en los pocos restos dejados por un animal que murió por la ingestión de demasiadas piezas de plástico confundidas con alimento.

El desastre es de enormes proporciones. Traídos por la marea por cientos e incluso miles de kilómetros, los restos del plástico se van desintegrando en pedazos cada vez más pequeños hasta convertirse en minúsculas escamas: microplásticos. Estos, suelen ser consumidos por peces, aves, lobos marinos o incluso ballenas.

El plástico es una amenaza para la vida marina. Durante siglos, las Galápagos han sido fuente de inspiración para científicos y biólogos de todas partes del mundo. Un mundo intocado, donde el 97% de su espacio es un área natural protegida, enfrenta el riesgo de una nueva especie invasora.

El suelo volcánico de las Galápagos rebosa, igual que el estómago de las ballenas, de bolsas de supermercado, botellas de yogurt para beber, pilas, empaques de muchos productos, todos llegados desde lugares tan lejanos como China o Indonesia, del propio Ecuador o Perú. No sólo en las islas cotidianamente visitadas por científicos o turistas, también aquellas islas o islotes más remotas donde los humanos raramente ponen un pie, hay toneladas de basura, en una sola de ellas se hallaron más de 8 mil botellas de plástico.

A pesar de todo hay espacios para la esperanza. Sylvia Earle, la famosa oceanóloga y bióloga marina, estuvo en las Galápagos en 2018 analizando con los científicos y conservacionistas locales, ideas para rastrear las empresas que produjeron o usaron el plástico y hacerlos corresponsables de la limpieza y el cuidado de las islas. Sin embargo, mientras eso sucede, una buena parte de la responsabilidad nos corresponde a todos ¿Qué tanto estamos dispuestos a cambiar nuestros hábitos convenientes para dejar que paraísos como este perduren para las generaciones futuras?

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