En estos días en que el nuevo gobierno implantó el Seguro Social para las llamadas trabajadoras del hogar, o sea las sirvientas, esos seres enigmáticos que habitan en nuestras casas desempeñando las tareas más difíciles y tan necesarias para una vida ordenada, me he puesto a reflexionar sobre ellos, y digo “ellos” porque incluyo, en el recuento de mi memoria, a los choferes domésticos, a quienes, pienso, también deberían considerar para darles seguridad social.

Mi cercanía y convivencia con los sirvientes, hasta hoy, ha sido una constante en mi vida. Su presencia ha poblado los recuerdos de mi infancia y, en general, de toda mi vida.

Muchos escritores mexicanos tienen textos soberbios sobre las sirvientas, baste recordar los de Jorge Ibargüengoitia, Ricardo Garibay y “El candingas” de Salvador Elizondo, entre otros, para darse una idea del significado de las sirvientas en la memoria colectiva…

Por ejemplo, para mi esposo, el escritor Salvador Elizondo, su nana, Enriqueta Gómez, fue tanto o más importante que su propia madre. La adoraba y hablaba de ella con un gran afecto. Publico en esta ocasión un fragmento de su cuaderno de Diario número 29, fechado el 7 de julio de 1971, donde pega una secuencia de fotografías que le tomé en 1969, cuando se entera, por una carta que le manda su mamá, de la muerte de su nana. Lloró mucho y creo que fue cuando empezó a concebir su texto sobre “El candingas”.

Para mí es difícil pensar que los sirvientes se acomoden al Seguro Social con cuotas de inscripción y demás. Las sirvientas son inestables, impuntuales, caprichosas. A veces se van sin razón alguna, abandonando sus puestos de trabajo, llevándose sus pertenencias en cajas de cartón amarradas con mecates, lo que crea un verdadero caos en el hogar… La felicidad de cualquier matrimonio de clase media trabajadora, o de los “fifís”, como nombra el nuevo gobierno a los ricos, es que ¡POR FAVOR!, no falten los sirvientes a sus labores.

Cuando las sirvientas se van, la vida hogareña se descompone completamente porque ellas son el apoyo fundamental del bienestar familiar. Pero ellas se van por muy diversas razones y cuando se quedan muchos años realmente pasan a ser parte de la familia.

Sin embargo, el concepto del trabajo que hoy desempeñan las sirvientas, ( antes llamadas “criadas”, por la razón de que éstas crecían y se criaban en la casa), en relación con las del siglo pasado, ha cambiado radicalmente. Cada vez menos sirvientas viven en la casa, ahora la mayoría trabaja de entrada por salida, tiene varios pares de zapatos, usa pantalones, tiene celular, televisión y sus sueldos y la relación con ellas ha cambiado…

En 1950, cuando tengo cinco años y comienzan realmente mis recuerdos, las sirvientas llegaban del pueblo, a veces, descalzas, y su única salida para mejorar su vida era ser sirvientas con el albur de que podía tocarles un patrón bueno y comprensivo o uno malo… (Continuará)

***Foto: Secuencia fotográfica del escritor Salvador Elizondo en la última visita a su nana Enriqueta Gómez, 1969. (CORTESÍA PAULINA LAVISTA)

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