Unas semanas más y la guerra contra el Estado Islámico (EI) habrá terminado. Los combatientes del grupo terrorista están huyendo en Siria y en Irak, después de haber sido obligados a evacuar el noreste de Líbano a finales de agosto.

Su capital, Al- Raqa, ha sido conquistada a medias por las fuerzas de Siria Democrática, una coalición árabe-kurda apoyada militar y políticamente por Estados Unidos. Su bastión en Deir-Zoor, cerca de la frontera iraquí, está bajo un ataque decidido del régimen y sus aliados.

En Irak la presencia del EI en algunas áreas está desconectada de suministro y de esperanza. La organización como un “Estado” con territorio y población está a punto de ser terminada. La demagogia y el extremismo continuarán durante mucho tiempo, y sus acciones horribles en cualquier parte del planeta serán un sangriento recordatorio de la capacidad y supervivencia de la horrible criatura. El EI está a punto de desaparecer después de cumplir su tarea de abortar el levantamiento sirio, asesinando y secuestrando a sus activistas, ocupando territorios liberados por sus insurgentes y logrando que la atención se desviara del cambio de régimen en Damasco al enfrentamiento de las exageradas atrocidades de los terroristas. También sirvió a Irán, al ampliar y profundizar su presencia e influencia en Irak y Siria, y ahora sus proxies están ocupando el territorio desalojado por el EI. Otros actores regionales e internacionales justificaron sus políticas e intervenciones con el el gran eslogan: lucha contra el terrorismo. ¿Y ahora qué?

La organización terrorista está derrotada, pero los gobiernos de Bagdad, Damasco y Beirut son demasiado débiles y abrumados bajo la influencia iraní como para proclamar la victoria o admitir la derrota.

Turquía no es el ganador, ni Estados Unidos o Rusia, que desempeñaron un papel subordinado a las fuerzas combatientes en el terreno. El verdadero poder dominante, después de todo, es la República Islámica de Irán, que luchó todas las guerras usando ejércitos árabes, apoyados por milicias árabes proiraníes. Pese a la retórica, sus victorias no encontraron ninguna objeción seria a lo largo del conflicto.

El extremismo del ISIS no ha sido derrotado por la razón o la moderación, ha sido derrotado por otro extremismo islámico representado por el régimen iraní y su ideología agresiva, desde 1979, que está desempeñando un papel destructivo y divisivo en todo el Levante, e incluso en Yemen. La mayoría sunita se siente derrotada y el flagrante desequilibrio en la región será difícil de sostener por mucho tiempo. Indicios de la aparición de un nuevo monstruo no tardarán en reaparecer y nadie podrá alegar inocencia cuando eso suceda.

Abundan las condiciones para la frustración y la desesperación. Las ciudades devastadas, los miserables campamentos de refugiados, los millones de personas a quienes sus regímenes en sus países rechazan, los sueños rotos de dignidad y libertad, la larga indiferencia de la opinión pública mundial ante una tragedia sin precedentes y la humillación que sienten las masas con la rehabilitación de un régimen criminal… todos son ingredientes para la explosión de ira y violencia contra un status quo impuesto por capitales extranjeros insensibles a sus derechos e intereses básicos.

Ya es hora de que aquellos que proclaman que el terrorismo es el principal peligro contra las sociedades del mundo de hoy aborden el problema desde sus raíces, previniendo las causas. La injusticia, la opresión, la pobreza, el fanatismo y la ignorancia son un terreno fértil para los males del hombre tanto a nivel individual como social. Las potencias mundiales están utilizando el terrorismo y sus instrumentos para promover sus propios intereses y avanzar sus ambiciones nacionales. Esta triste realidad sigue encontrando su ejemplo en la historia moderna de Medio Oriente.


El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011
nouhad47@yahoo.com
***Foto: AFP

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