Paradojas de la cuarta transformación: Carlos Urzúa, el futuro secretario de Hacienda, se ha expuesto muy poco en público, pero asumirá el control de las finanzas públicas del país con un desgaste notable. La mayoría de ese debilitamiento se lo debe –paradójicamente también– a quien lo propuso para ocupar el cargo más estratégico de la administración federal: Andrés Manuel López Obrador.

Sin desearlo, el presidente electo le ha hecho mucho daño al próximo secretario de Hacienda. Los cambios de señales en los proyectos de inversión de la nueva administración y la incertidumbre sobre cómo se tomarán las decisiones de gobierno durante los siguientes seis años, le han puesto una presión inconmensurable a él y a sus subsecretarios, Gerardo Esquivel y Arturo Herrera.

Las señales de confianza que mandó Urzúa en su road show con decenas de fondos internacionales, calificadoras de valores y empresarios durante la campaña presidencial y posteriormente, se fueron al caño con la primera decisión radical de cancelar el aeropuerto de Texcoco. Lo que puso los nervios de punta a los inversionistas no fue en sí mismo la anulación del proyecto, sino la forma en que se hizo: mediante una consulta pública sesgada y amañada.

Es decir que el secretario de Hacienda tomará las riendas de las finanzas públicas con un descrédito de los mercados financieros, las calificadoras y los empresarios. El gesto de incomodidad que hizo Alfonso Romo, el futuro jefe de la Oficina de la Presidencia, cuando AMLO dijo que el pueblo es el que manda y que el gobierno no se supeditará a lo que digan los mercados financieros, exhibe la preocupación que existe entre los moderados del equipo de transición.

Romo y Urzúa saben que pelearse con los mercados financieros es darse un balazo en el pie. En los próximos años, el secretario de Hacienda va a tener que salir a refinanciar la deuda pública o colocar bonos de Pemex, empresa en la que fungirá como miembro del Consejo de Administración. ¿Cómo le va a hacer o a qué precio lo va a conseguir?

Los puentes que han tendido Urzúa y Romo con los inversionistas los están dinamitando demasiado rápido Andrés Manuel López Obrador y su grupo de radicales, como Javier Jiménez Espriú, Rocío Nahle… y más recientemente Ricardo Monreal.

A propósito del coordinador de Morena en el Senado, quien propuso cancelar las comisiones bancarias y desafió la promesa del presidente electo de no hacer cambios al marco legal del sistema financiero, otro factor que preocupa de sobremanera a los inversionistas es la defensa del Presupuesto 2019 en el Congreso. Urzúa puede ser un buen académico y un brillante doctor en Economía, pero tiene muy poco o nada de oficio político.
Uno de sus ex colaboradores asegura que, además de todo lo que pide Andrés Manuel López Obrador para el próximo presupuesto, lo que lo tiene aterrado es que los legisladores le quieran meter mano y descuadren todo lo que cuadró en los últimos cuatro meses. “Tiene miedo de que le pidan ajustes al presupuesto, pues no es un político y no se siente confiado, además de que detesta las discusiones y la grilla política”, dice quien fue uno de sus compañeros de fórmula en la Secretaría de Finanzas del Distrito Federal.

Con respecto a la elaboración del paquete económico del próximo año, Urzúa tampoco se siente cómodo. Tiene un margen de maniobra muy reducido: 83% del presupuesto ya está comprometido en el pago del servicio de la deuda y las pensiones. Por si fuera poco, la injerencia del presidente electo en lo poco que queda disponible por asignar es muy grande.

Los 10 programas sociales y los tres proyectos de infraestructura (el Tren Maya, el Corredor Transístmico y la nueva refinería) que se van a consultar el 24 y 25 de noviembre deberán contar con recursos en el Presupuesto 2019. El próximo secretario de Hacienda tiene que entregar el Paquete Económico al Congreso antes del 15 de diciembre, por lo que no tiene mucho tiempo para ajustar el gasto de acuerdo con el resultado de los referéndums. Esto aumenta la suspicacia de que las consultas son una simulación, pues según lo dicho por López Obrador y Urzúa, estos programas y proyectos ya tienen recursos etiquetados.

Por si fuera poco, la caída de los precios del petróleo y la depreciación del peso frente al dólar por decisiones como cancelar el aeropuerto de Texcoco, el amago de regular las comisiones bancarias, la intención de frenar la exportación e importación de petróleo y otros factores de corte internacional, aumentan la presión para el equipo de Urzúa.

El desgaste con el que Urzúa llegará a su oficina de Palacio Nacional el próximo 1 de diciembre pudo haberse evitado… pero como dice el clásico que persiguió a la actual administración de Enrique Peña Nieto: parece que no entienden que no entienden.


Twitter: @MarioMal
Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

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