Probablemente suene fuerte el título, porque a lo largo de los años hemos sido testigos de innumerables partidos de Liguilla que pasan a la historia. Creo que pocos países pueden o podrían presumir tener un torneo corto tan interesante como la fase final.

Pero en esta última, las cosas no fueron así. Tuvimos juegos somnolientos, donde el local atacaba y el visitante se defendía para no recibir gol, y en el juego de vuelta los papeles se cambiaban.

Esto, desde luego, sin importarles el espectáculo, porque —al final del día— al campeón se le recuerda porque levantó la copa y no por cómo hizo para conseguirlo. Las formas ya no importan en la Liguilla.

Y creo firmemente que eso va en detrimento del espectáculo, que los equipos deben salir a partírsela en cada juego, ser ofensivos, abiertos, que veamos un juego de ida y vuelta, en el que los jugadores no paren. Lo que tenemos hoy como Liguilla no es culpa del todo de los equipos, sino del sistema de competencia.

Queda claro que a los equipos que terminan en los cuatro primeros lugares les da una ventaja cerrar en casa y van al juego de ida a especular. ¿Dónde quedaron esos juegos en los que nos íbamos a tiempos extra, que los jugadores tendidos en el campo los masajeaban para, si bien les iba, seguir 30 minutos más y si no decidir el resultado en los penaltis?

Por ello, creo que la Liga MX debe reestructurar este sistema. No soy de la idea de regresar a los torneos largos; imagínense un Lobos BUAP-Veracruz de la fecha 1. Si hoy sería infumable, con 35 jornadas por delante, sería peor. Premiemos a los que tienen un mejor torneo, pero que el criterio de desempate sea en la cancha, no en la mesa.

lumiz13@gmail.com

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