“El trono es un pedazo de madera cubierta de terciopelo”Napoleón Bonaparte.

Borrachos de soberbia, dicen que son como un majestuoso león herido por las hienas, que necesitan tiempo para lamer sus heridas, para sanar y regresar, imponentes, a cobrar venganza, a recuperar lo suyo… De tanta lástima, terminan dando mucha risa.

Desde hace mucho tiempo, desde que eran poder, al PRI lo rebasó la realidad.

Fueron expertos aplaudidores de cifras macroeconómicas que la élite entendía, más bien, como de resultados mediocres, como del mínimo esperado, fueron manipuladores patéticos de la verdad, defensores asquerosos de ratas fétidas, repugnantes de corrupción hasta la náusea. El PRI fue el clásico pendejo que se piensa más listo que todos los pendejos.

Se volvieron el partido de Las Lomas, de las Casas Blancas, de las camionetas blindadas, de los guarros, del soslayo, de los desvíos groseros con justificantes de arcadas, se volvieron el club de Toby (machistas, además) en Los Pinos, se volvieron, casi imposible pero lo hicieron, se volvieron más arrogantes, mamoncetes, según ellos intocables, cuasi divinos.

Le tuvieron pavor a ese sector que el Presidente López llama pueblo y que, en los hechos, es el México jodido. El México que jodieron y si no jodieron nunca rescataron. Es el México que les valió madre. El México que suma más de la mitad pero que no pintó en las cifras que tanto presumieron por Wall Street… Y no, ni así, ni con tanta evidencia, entienden el fondo de su derrota.

Fueron tan ciegos y altivos que terminaron rompiendo los pactos que los mantuvieron vivos y hasta en la cima por la última década, decía López, con toda razón: “Cuándo el PRI y el PAN se reparten mal el botín, hay motín”, terminaron haciéndole el trabajo sucio a Morena, ingenuos, a cambio quizá de su impunidad y supervivencia, inventaron un delito al candidato del PAN que nació siendo una vacilada, una mofa rebajada parida de un bufón.

Aunque, daba igual, aún sin el teatro montado, uno piensa, uno supone, por orden presidencial, el maremoto de hartazgo tenía todas las de ganar.

Hoy, piensan que su elección interna le llamará la atención al pueblo, a ese que López llama pueblo. Hoy, piensan que los reflectores y el destino del Ave Fénix se posará sobre el triunfante.

Mucha suerte, lo mejor que les depara el futuro es que sean algo así como el arlequín de Palacio.

Esos payasos llamados PRI, que de tanta lástima terminan por dar risa.

De Colofón.— Ni las calificadoras, ni los indicadores, ni el Financial Times importan, ¿qué parte de “desterrar el neoliberalismo” no hemos entendido?

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