Imagínense a Emmanuel Macron llamando “corazoncito” (o su franco equivalente) a una periodista francesa, más allá de eso, pensemos en Macron plantando un beso a una comunicadora que, públicamente, le hace una pregunta incómoda. Quizá sería el fin de su carrera política (¿y de su relación amorosa?)

No me imagino a nadie, más allá de los típicos fanáticos, defendiendo a Macron en nuestro hipotético ejemplo, pero sí vería una reacción brutal de organizaciones feministas prestas a cortar la cabeza del Don Juan.

Es que, simplemente, no está bien besar a alguien que no quiere ser besado, no se le puede plantar un beso a una mujer sin su consentimiento, no se pueden imponer los labios por la fuerza aunque te llames Andrés Manuel López Obrador y seas el hombre más votado de México y el próximo presidente más poderoso en la historia. Está mal, seas quien seas.

México está muy lejos de Francia en muchos sentidos, me queda muy claro, pero me preocupa estar tan cerca de Las Filipinas. No hace mucho el presidente Duterte bromeó sobre una violación sexual a una mujer australiana, haciendo referencia a su belleza y, por ende, a lo que pensó como consecuencia lógica del abuso.

El presidente electo no ha caído tan bajo como lo hizo Duterte, muy cierto, pero haber llamado “corazoncitos” a reporteras que le inquirieron preguntas incómodas referentes al tema Manuel Velasco le costó un primer strike en el movimiento feminista.

El segundo, y muy fuerte, vino cuando como respuesta a la pregunta sobre las elecciones locales en Baja California le plantó un beso a la colega Lorena García, del diario tijuanense El Mexicano, el beso, dijo con firmeza la periodista, no fue ni pedido ni esperado, fue una falta de respeto. López Obrador invadió su espacio.

Algunos movimientos feministas apoyaron al otrora candidato hoy próximo presidente, era la opción lógica (no necesariamente la mejor, sino más bien la única) ante la ola de violaciones y feminicidios que se viven en el país, ante la minimización del problema por la administración de Peña Nieto. Hoy no solo minimiza el drama de la violencia contra la mujer sino que, con actitudes así, se está minimizando el trabajo de la misma mujer.

¿Estará bien, dado el ejemplo, que un jefe llame corazoncito a su subalterna?, ¿que ante una queja fundada le plante un beso en la mejilla y le sonría?, ¿estará bien lo que hace el Rey Grupero de la Condesa que se la vive robando besos y subiéndolos a Youtube?, ¿estará bien lo que hace Layín?

Hay grandes luchadoras del movimiento feminista en las filas de Morena, ni siquiera ellas tolerarán el tercer strike.

El gran error de Peña Nieto fue pensar que gobernar el país era como gobernar el Estado de México, por eso, me extraña tanto que el hombre que conoce todos los municipios del país piense que sus costumbres deben ser entendidas y aplaudidas por el mundo.

Está mal y punto.

DE COLOFÓN.— Hay desdén del próximo gobierno hacia las dependencias neoliberales, nadie se ha parado en la CNVB, y la actitud hacia Banxico es que si se quieren ir, ¡que les vaya bien!

La prioridad es recortar.

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