El año horrible que fue el 2016 ofreció varias lecciones electorales. Una de ellas es el efecto pernicioso que ha tenido la desilusión con la política entre los votantes más jóvenes. Desde Brexit hasta el triunfo de Donald Trump, los jóvenes atentaron contra sus propios intereses y creencias mediante, sobre todo, el peso de su ausencia en las urnas. La traducción del desencanto nihilista de los jóvenes en abstencionismo y desidia entregó las riendas electorales a las generaciones mayores, que se identifican muy poco con las preocupaciones de sus hijos o nietos y mucho menos con las de los hijos y nietos de otros, como las minorías o los más desfavorecidos. En Estados Unidos, por ejemplo, apenas la mitad de los jóvenes electores se presentaron a votar, favoreciendo, eso sí, a Hillary Clinton. ¿Qué hubiera ocurrido si más milenials hubieran dejado la comodidad del sofá para ir a votar? Donald Trump probablemente estaría lamiéndose las heridas en su versallesco aposento neoyorquino.

El verdadero alcance del voto joven estadounidense apareció un año después, en las elecciones de la semana pasada, que vieron los demócratas hacerse del gobierno de Nueva Jersey y Virginia además de una larga lista de cargos de elección popular en buena parte del país. De acuerdo con los primeros análisis del voto, fueron los jóvenes los que, a diferencia del 2016, se presentaron en masa a votar. La evidencia es muy clara en Virginia, estado en el que la participación de los votantes de entre 18 y 29 años de edad se duplicó del 2009 al 2017. 69% de esos electores favorecieron al candidato demócrata. De mantenerse, el fenómeno podría ser clave rumbo a la elección de 2018 y, quizá, para 2020.

La reciente dinámica del voto joven en Estados Unidos también ofrece lecciones pertinentes para México, donde los jóvenes son ya un tercio del total de los inscritos en la lista nominal de electores, muchos de ellos primeros votantes. Los números son inmensos, pero también las dudas sobre el destino de ese voto crucial. Una encuesta reciente de Nación321.com reveló que 70% de los jóvenes aún no sabe por quién votará el año que viene. Pero la cifra no debería traducirse en apatía. La participación de los jóvenes en elecciones presidenciales ha ido en aumento en México. Las cosas no tendrían por qué ser diferentes el año que viene. De acuerdo con la encuesta anterior, 77% de los votantes jóvenes dijo estar interesado en votar en las elecciones.

Pero, ¿por cuál proyecto votarán esos jóvenes? Más importante todavía: ¿qué ocurrirá si ninguno de los aspirantes a la Presidencia les llena el ojo y deciden revertir las tendencias favorables de participación y quedarse en casa? La encuesta de Nacion321.com revela amenazas y oportunidades para los principales candidatos. Para Andrés Manuel López Obrador, el escenario se antoja complicado. De acuerdo con el sondeo, el candidato presidencial de Morena es el más conocido de todos los aspirantes a la presidencia, pero también el que mayor rechazo genera: 60% de los jóvenes encuestados tiene una mala opinión suya (“no te late”, dice la encuesta, para sonar ultra milenial). Y aunque el caso de López Obrador parece crítico, las cosas no pintan mejor para el resto: ningún candidato recibe una aprobación mayor al 31% (Margarita Zavala y López Obrador rondan esa cifra).

Apelar a los jóvenes mexicanos no será cosa fácil. En encuesta tras encuesta manifiestan una profunda desilusión con la política, los políticos, los medios y casi todas las instituciones. No se sienten representados, ni defendidos, ni protegidos, ni comprendidos. Tienen, eso sí, preocupaciones claras. Les alarma, sobre todo, la corrupción. Aunque han vivido en tiempos violentos y la percepción de inseguridad les pesa como una tonelada de plomo, es la falta de honestidad de la clase política la que de verdad les irrita. Casi seis de cada diez electores jóvenes quieren “un gobierno íntegro y transparente”. Así, los jóvenes parecen buscar una auténtica renovación moral del sistema político mexicano.

¿Quién asumirá esa encomienda titánica? ¿Cómo la presentará a un grupo que reconoce la falta de autenticidad a un kilómetro de distancia? Los milenials, y la generación que ya les sigue, son un galimatías multifactorial, y no solo para la clase política. En México, el año que viene, descifrar sus desencantos y anhelos para hablarles con franqueza y honestidad será un factor indispensable para quien intente gobernar un país eminentemente joven y, como consecuencia, profundamente dolido y frustrado. No bastará, estoy seguro, el discursito facilón, acartonado o anacrónico; tampoco, intuyo, la prédica mesiánica. Los políticos mexicanos que quieran ser presidentes de México tendrán que hurgar en su bagaje para desempolvar la pizca que les queda de autenticidad y empatía. Para quien lo logre, la recompensa será el triunfo. Si todos fracasan, el derrotado será el país.

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