Algunas series de televisión de paga vía Netflix parece que se están volviendo locas, ya sea por la torpeza de guiones timoratos y argumentos que naufragan en el lugar común, y que quieren parecer como las grandes historias que no son. Eso le pasa a la segunda temporada de Ingobernable, que quiere hacer pasar al barrio bravo de Tepito como algo que no es y sólo conocido desde el aire por el mandamás de Argos, productora, el ingobernable Epigmenio Ibarra

Así no se puede, y menos con historias disparatadas región 4, cortesía de la familia Ibarra y direcciones sin rumbo en dramas alternos a lo que pretende ser un catástrofe de intriga política protagonizada y sobreactuada por Kate del Castillo como la ex esposa del asesinado presidente de México, Diego Nava (¿ju?) de la que ella, Emilia Urquiza, es la principal sospechosa. A la fugitiva le dan más cancha que al resto del casting en conspiraciones e intrigas que terminan en la poca credibilidad.

Presidentes emergentes de tercera (José Barquet), ñeros siete vidas con nombre de luchador (Canek) y ñeras que se llaman Zyan Torres; agentes internacionales enquistados en el despacho presidencial (Ana Vagas West, la hija de Epi, y ser-viles extranjeras). Más ejemplos de tepitenses de cabrones y cabronas (Chela Lagos…) llevados al terreno de la sorna y es descredito en la meca de la piratería; aparte de hijo de la pareja presidencial (Emiliano), que no se parece a su madre, hackers refugiados (Ovni), moscas muertas que reviven en la pantalla 4K, militares corruptos (El general Aguirre) villano de la milicia que no llega lejos (El general Bruno Almada) y padre de Kate (Tomas Urquiza), que cambia de cara y cuerpo sin previo aviso.

Aún hay más: un maloso sacado de Misión imposible, región 4, que prometía y que le cortan la cabeza (Santi-ago). En algo tan fallido y poco creíble lo único es que se antoja es una detonación (que muchos esperan que sea mortal) para la señora Urquiza ¿de parte de quién? Ver, si se atreven, el último episodio de la segunda temporada.

Todo lo contrario es, por ejemplo, Suburra, thriller de mafia y crimen en el que la lucha por unos terrenos costeros en Roma destilan violencia en un casting de muerte de crimen organizado, políticos corruptos y pandilleros que le toman peligrosamente el pulso al Vaticano aprovechado y abusador sexual en una historia avarienta, seductora y muy italiana con un efectivo guion creíble, que proporciona momentos de violencia extrema, intriga y definición de maldad en estado puro.

Políticos descompuestos, pandilleros locales y gitanos peligrosos que nadie quiere, prostitutas de color indefensas ante el racismo, policías y criminales de altos vuelos y personajes periféricos redondean un relato hipnótico y fascinante que resuma perversidad y sentido prefigurado de la muerte. Recomendable.

Por último, la sofisticación en extremo del crimen y la corrupción con buenos modales que se puede agenciar hasta los servicios de la CIA y principalmente del FBI, sigue viento en popa en la nueva temporada (ya programada en Netflix) de The Black List, creada por Jon Bokenkamp, que desemboca en episodios extremos, conjuras gubernamentales, crímenes alucinantes, villanos impensables y vida extra familiar de padre (James Spader “Renington”) e hija (Megan Boone, “Elizabeth Keen”), en historias adictivas con ingeniosas vueltas de tuerca para mantener cautivo al televidente.

pepenavar60@gmail.com

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