Entre la investigación a profundidad de iconos y discos claves en la historia del rock, científicos, analistas y fanáticos adoradores de discos de vinil, casetes, discos compactos y plataformas streaming, aún no se ponen de acuerdo entre la investigación histórica y los precios monetarios del momento. El marcado cambiario del rock puede pasar de un extremo a otro diametralmente opuesto de un día para otro, arrastrando las consecuencias de la venta y el intercambio y el valor y la perdurabilidad de grabaciones que llegan a los precios estratosféricos.

Ediciones de tiraje limitado, piezas invaluables únicas, sellos de venta y etiquetas promocionales son vehículos de preservación de la historia en todo tipo de direcciones culturales y, si esos ejemplares van firmados por el artista, las sumas que alcanzan pueden caer en la categoría de lo inimaginable. Hay quienes adquieren discos perfectamente retractilados o sellados de origen, que jamás abren para no arruinar su valor.

El coleccionista que adquiere estos ejemplares, muchas veces, viven permanentemente con la zozobra de tener un original en su arranque de salida. Sin embargo, algunas veces no se sabe si adentro de la portada, venga el disco original. Las equivocaciones suelen ser algunas y los resultados, a veces, son dolorosos. Lo primero que hace un coleccionista es saber a quién le está comprando un disco sellado. Lo segundo, si está abierto, es checar el estado del vinilo para negociar el precio.

Muchas veces el disco es lo de menos y lo valioso es el sello. No es lo mismo por ejemplo el Meet The Beatles de Musart, que el de Capitol o el de Vee Jay Records, la diferencia se da en miles de pesos, depende de su estado. Para darse una idea, el álbum tripe de Los Beatles de Musart (el morado), anda en más de 50 mil pesos. Otro ejemplo altisonante es el Kalidoscope, de Orfeón, que ronda 70 mil, ya que hay muy pocas piezas (menos de 200) en el mundo.

Los gestores de archivos de rock en México, esos que presumen tener ejemplares únicos, siempre tiran sus redes con la esperanza de encontrarse con alguna rareza certificada y con los bonus que muchas veces trae y en lo que pocos reparan: boletos de conciertos, recibos de pago de las giras, posters… y en suma las pertenencias del grupo on tour: pins, postales, vestuarios, libros… en fin un verdadero archivo, de esos que saben explorar a la perfección los miembros de Pink Floyd.

Y es aquí donde las discusiones bizantinas parecen no tener fin en cuanto a las especulaciones de los discos, su momorabilia; los registros a su paso por el estudio de grabación y la búsqueda de algo raro u original en las horas y horas de grabación. Sin embargo, nada como el producto físico o el papeleo original de tal o cual obra como testimonio; mucho más que cualquier plataforma streaming.

De la catalogación de materiales inéditos, su organización y su planeación a futuro, depende mucho de lanzamientos que se quedaron en el archivo. De ahí, lanzamientos que se antojan insólitos como esenciales para seguir el desarrollo del artista, aunque ya haya abandonado el mundo. Sin embargo, lo que sigue moviendo el negocio, son las ediciones especiales: cajas de todo tipo, incluyendo las metálicas y un filón inagotable: los conciertos que engrosan las listas de YouTube, los DVD y los Blu-ray, con una calidad asombrosa de imagen y sonido, que no tiene rival, excepto el vinilo en estado puro y original de su lanzamiento.

pepenavar60@gmail.com

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