Se ha abierto una grieta en el hasta hace poco sólido edificio del Movimiento de Regeneración Nacional, Morena. Viene de antes del temblor. Apareció el pasado 20 de julio, en la delegación Tláhuac.

Ese día, la Marina realizó el operativo de captura del narcotraficante Felipe de Jesús Pérez Luna, conocido como El Ojos. Pérez Luna controlaba el narcomenudeo en el sur de la Ciudad, se cree que era la punta de lanza del Cártel de los Beltrán Leyva en la Ciudad de México.

Se movía con total impunidad en una delegación en la que la violencia y las ejecuciones se habían disparado en los últimos dos años. Controlaba un ejército de mototaxistas que le servían de halcones y distribuidores de droga.

El Ojos murió al enfrentarse a tiros con la Marina. Comenzaron entonces las preguntas. El delegado de Morena, Rigoberto Salgado, dijo que no había oído hablar nunca antes del capo, aseguró que en su demarcación no había narcotráfico, ni cárteles: sólo “personas con adicción a las drogas”.

Pronto se descubrió que Salgado había incrustado en la estructura delegacional al menos a cinco familiares del narco, cuya existencia juró desconocer. Ahí estaba Betuel Beltrán Vázquez —hermano, nada menos, que del jefe de sicarios de El Ojos: era jefe de la unidad de Agua Potable de la delegación. Ahí estaba también Lucy Beltrán Vázquez, hermana de Betuel, contratada como auxiliar de Servicios Generales.

En la nómina apareció igualmente Christian Salgado, sobrino del capo abatido por la Marina. Se hallaba al frente de la Dirección de Desarrollo Ecológico y Rural.

En la delegación trabajaban también Griselda y Arisele Cortés, hermanas de la pareja sentimental de El Ojos. La primera era jefa del Centro de Servicios y Atención a la ciudadanía; la segunda ocupaba la subjefatura del Centro.

Morena no fue la esperanza de México para los habitantes de Tláhuac. Muertos, desaparecidos, secuestros, extorsiones. La Contraloría reveló que Salgado habría utilizado “recursos públicos, humanos y materiales” en la construcción de un restaurante de su propiedad.

Al realizar una inspección, la Controlaría halló en la obra a ocho empleados de la delegación, entre ellos a un jefe de sección. Detectó también una revolvedora de cemento y una camioneta con logos oficiales (en esta última se habían transportado materiales).

Ocurrió luego el terremoto del 19 de septiembre. Tres semanas después los habitantes de 16 colonias seguían sin luz, sin agua, con grietas y hundimientos en las calles y se quejaban de la invisibilidad y la falta de apoyo del delegado.

En los días posteriores al terremoto, Avelino Méndez, delegado de Morena en Xochimilco, fue expulsado a patadas de las calles de San Gregorio Atlapulco. Los damnificados le echaron en cara haberse presentado en aquel poblado, que quedó seriamente devastado, dos días después del sismo —y sin ninguna ayuda en las manos.

Méndez tuvo que huir con su comitiva, en una imagen que fue viralizada en redes y medios.

El golpe más serio sobrevino en Tlalpan, la delegación que gobierna Claudia Sheinbaum, candidata de Morena al gobierno de la Ciudad de México. En el desplome de una escuela murieron 19 niños y ocho adultos.

La delegada aseguró que el colegio “estaba bien construido y tenía todos los papeles en regla”. Cuatro días más tarde cambió la versión. Apabullada por lo que mostraba el expediente de la escuela colapsada, optó por lanzar acusaciones en contra de las dos administraciones anteriores y señaló incluso que por su cabeza pasaba la idea “de que hubo corrupción”.

Hoy se sabe que Sheinbaum calló hechos fundamentales que atañían a su gestión. Uno de ellos, contenido en la defensa legal de los funcionarios acusados por la delegada, señala que la construcción irregular del departamento que provocó el colapso, así como la muerte de niños, se inició en septiembre de 2015, con ella al frente de la delegación, y se concluyó un año más tarde.

Durante todo ese tiempo, la dueña del colegio “no fue molestada” por la delegada, a pesar de que en los archivos de la delegación obraban documentos que habían ordenado la clausura de la obra.

Salvador García Soto reveló ayer en estas páginas que Sheinbaum estaba tan enredada con el caso, que López Obrador le ordenó no tocar más el tema para que él mismo pudiera hacerse cargo de sortear la crisis.

Hace unos meses, Morena marchaba a tambor batiente. Hoy ese partido se encuentra contra las cuerdas, intentando cabecear el caso Sheinbaum, el caso Salgado, la relación fatal de Méndez con sus gobernados, la ruptura de Ricardo Monreal con AMLO, a consecuencia de la “encuesta”, nada transparente, mediante la cual Sheinbaum fue elegida como candidata.

No está resultando tan fácil como se esperaba. Hay demasiadas aristas, demasiados frentes abiertos. Y esta vez no se puede recurrir al recurso manido de la mafia y el complot.

Morena tendrá que hacerse cargo de sí mismo.

@hdemauleon, demauleon@hotmail.com

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