Entre la alharaca de los sueños inflamados, las ceremonias religiosas y los simpáticos estropicios que acometen los funcionarios del flamante régimen tetratransformativo, suena con timbre especial la que genera la C. Irma Eréndira Sandoval, titular de la Secretaria de la Función Pública (SFP), incuestionable sopranísima en esta curiosa ópera del desorden.

Comenzó el 5 de diciembre con su sonora declaración inicial como funcionaria pública en el sistema declaranet que depende, sí, de la secretaría a sus órdenes (se puede ver en servidorespúblicos.gob.mx). En ella, la C. Secretaria se limitó a declarar un par de millones en inversiones y joyas y que había vendido cinco bienes inmuebles entre 2004 y 2013, pues cinco veces anotó “VENTA” en la declaración.

Y así lo reportó la prensa. Imposible no pensar en que la C. Secretaria había sido una víctima más de la crisis causada por el neoliberalismo que la orilló a ese triste penta sacrificio inmobiliario.

Como lo probó una captura de pantalla de la declaración, la C. Secretaria “no aceptó hacer públicos sus datos patrimoniales”. Es una reserva a la que tienen derecho los servidores públicos, sí, pero no tanto ya cuando lograron serlo sobre una promesa de campaña de su líder, el Primer Mandatario, Ciudadano y Lic. Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien en julio de este año dispuso que “todo funcionario deberá presentar su declaración de bienes patrimoniales, así como la de sus familiares cercanos, y será pública y transparente en todos los casos”.

Primera alharaca. Cinco días después de haberse visibilizado el conflicto, el día 11 la C. Secretaria modificó su declaración (haciéndole quién sabe cómo, pues una vez registrada ya no se puede alterar) y transformó el “NO ACEPTÓ” por el “SÍ ACEPTÓ”. Acto seguido, la Secretaría a su cargo acusó al diario que documentó el asunto de emprender “ataques sin sustento”, y asegurando que “la aseveración es falsa”.

Conclusión: un documento oficial, público y documentado de la SFP, según la propia SFP, carecía de sustento.

Unos días más tarde, el 14, la C. Secretaria logró colocarse de nuevo bajo las candilejas. Esta vez declarando ante el Senado que los salarios que se pagan “en el sistema de mercado, un sistema capitalista”, quizás “tendrían que ajustarse a una nueva moralidad y a una nueva ética pública de salarios justos”.

Segunda alharaca. Al día siguiente, el 15, la C. Secretaria declaró que eso era “un fake news” (sic) y que lo que había dicho “no fue lo que yo establecí” y que “es falso que haya propuesto que las empresas adopten medidas de austeridad que se aplicarán en el gobierno”.

Conclusión: las declaraciones públicas y documentadas de la titular de la SFP carecen de sustento, según la misma titular de la SFP.

Volvamos al 14 de diciembre. Esta vez, la C. Secretaria reingresó a su declaración de bienes en declaranet y, de nuevo, logró retocarla agregándole una serie de “notas aclaratorias”. Curioso y más curioso: esta vez la C. Secretaria explica que declaró recibir 106 mil pesos de ingreso mensual neto, pero que en realidad, mientras logra bajarse el sueldo, todavía recibe los 149 mil de “la anterior titular”.

Luego aclaró que donde se “visualiza” que anotó “VENTA” de los bienes inmuebles, en realidad debería haber anotado “INCORPORACIÓN” (es decir, compra). Menos mal: la crisis del neoliberalismo no sólo no la obligó a vender las cinco propiedades sino que le permitió comprarlas (anota que valen 9 millones y pico de pesos). Y luego aclaró que siempre sí tenía vehículos que declarar: un auto de 235 mil y otro de 516 mil pesos. Nada mal para una asalariada de la UNAM.

Conclusión: en las declaraciones públicas pueden declararse cosas que se “visualizan” como lo contrario de lo que se mira en ellas, del mismo modo en que las declaraciones habladas vocalizan cosas que dicen lo contrario de lo que están diciendo.

Por lo pronto, celebro que el perverso neoliberalismo haya tratado con tanta crueldad a una secretaria de Estado así de honesta y transparente, pagándole salarios a todas luces rendidores y llenándola de propiedades, automóviles lujosos, collares de 50 mil pesos y nutritivas cuentas de inversiones con muy buenos intereses.

Un neoliberalismo que, mientras logra destruir, le permite ser la “fake news” de sí misma…

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