Andrés Manuel López Obrador ha tenido que batallar en campaña contra la incertidumbre que genera desde ya por su posición en las encuestas.

Quizá sean las élites, la “mafia del poder”, como le fascina estigmatizar. Lo cierto es que conforme se acercan las elecciones y su lugar de puntero de la contienda permanece intocado, los mercados financieros reaccionan con mayor nerviosismo y en parte aumenta el dólar porque no queda claro qué tipo de gobierno plantea. Para muchos sectores —muchos más que el financiero— la incertidumbre es el peor de los mundos.

Este fin de semana, el candidato de Morena engarzó otra cuenta al rosario de la incertidumbre.

El jueves en la noche hizo llegar sus respuestas a diez preguntas sobre temas educativos a las organizaciones de la sociedad civil agrupadas en 10porLaEducacion.mx. Éstas habían organizado un acto invitando a los cinco candidatos a que expusieran por separado sus planteamientos en el tema de la Educación. Al evento sólo faltó López Obrador, pero un par de días después mandó por escrito sus contestaciones.

El viernes por la mañana las organizaciones, como Mexicanos Primero y el IMCO, empezaron a hacer públicas las respuestas. Se les escuchaba y leía contentos: López Obrador no planteaba derogar la reforma educativa (a la que tanto cabildeo le han echado desde la sociedad civil) y por el contrario descubrían una propuesta educativa de Morena en consonancia con la intención de estas ONGs de ajustar la reforma e implementarla mejor.

El gusto les duró día y medio: López Obrador se reunió el sábado con la poderosa CNTE en Oaxaca, y en una contradicción flagrante, pulverizó sus respuestas del jueves y apostó por el modelo educativo de la CNTE:

A la sociedad civil no le habló de derogar la reforma educativa si gana las elecciones, a la CNTE sí, y con todas sus letras. A la sociedad civil le escribió que habría que avanzar en la implementación de la reforma en coordinación con la SEP, a la CNTE le prometió romper. A la sociedad civil le planteó mantener las evaluaciones de maestros y concursos de ingreso con una visión más incluyente, pero frente a la CNTE apostó por el corporativismo educativo y en una declaración que seguramente no pasará la prueba de verdad de Verificado, sugirió que se ha despedido a muchos maestros por fallar en la evaluación (en realidad, no se ha corrido a un solo maestro por reprobar tres veces el examen). En el camino, prometió empoderar a la CNTE, regresarle sus privilegios, subordinar a la institución que evalúa a los profesores (INEE) y restar autonomía a las universidades con un modelo atrozmente central del manejo educativo.

Si gana, ¿qué Andrés Manuel gobernaría? ¿El que derogaría la reforma energética o el que sólo revisaría algunos contratos conforme a la ley? ¿El que apuesta por el desarrollo estabilizador o el que promete tipo de cambio flexible y autonomía del Banco de México? ¿El de quitarle el mando a la CNTE de la educación o el de regresárselo? ¿El del libre mercado o el de los precios de garantía? ¿El de qué tipo de amnistía, para quiénes y cómo? ¿El de insultar a las fuerzas armadas o el de mantenerlas en los sitios donde la gente lo pide? ¿El que jura que respetará la libertad de expresión o el que ataca a cualquier crítico al menor señalamiento? ¿El que nombra al fiscal o el que acepta que no sea carnal? ¿El que respalda el sistema anticorrupción o el que lo considera una fantochería “fifí”?

Incertidumbre.

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