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El ataque en Las Vegas que dejó 59 muertos y más de 500 heridos es el peor que ha ocurrido en la historia moderna de Estados Unidos —pero en la misma semana ocurrieron otros 6 tiroteos masivos en el país vecino. Esto tomando en cuenta que la definición de tiroteo masivo implica la muerte de cuatro o más personas asesinadas por armas de fuego en un mismo incidente, sin contar al agresor.
¿Por qué puede Estados Unidos declarar alertas a sus ciudadanos para que no viajen a México, por ejemplo, si en promedio en EU ocurre un tiroteo masivo 9 de cada 10 días al año? Vaya hipocresía.
Y es que somos vecinos del país más armado del planeta. Esto es así originalmente por razones históricas, hoy por razones económicas. El amparo legal que protege la compra y portación de armas en EU es la segunda enmienda constitucional.
Ésta se aprobó en 1791 y dice que “una milicia bien regulada es necesaria para la seguridad del estado libre y los derechos de las personas de obtener y portar armas y ésta no debe ser infringida”. Su propósito fue prevenir que el nuevo estado federal, establecido en 1789, desarmara a las milicias estatales y las sustituyera con un ejército federal.
Fue redactada por James Madison junto con Thomas Jefferson para mitigar las sospechas de que los federalistas de Nueva Inglaterra quisieran crear un estado central acaparador y opresivo.
Esa es la raíz histórica de una enmienda que tuvo sentido como derecho en el siglo XVIII. Actualmente se considera que la cultura de las armas se aleja de las raíces del nacimiento de Estados Unidos y se acerca más a la defensa de un negocio muy lucrativo, que ha crecido gracias al amparo de la Asociación Nacional del Rifle, la NRA por sus siglas en inglés.
El poder político actual de la NRA, cuya creación data del siglo XIX, se hizo patente hasta 1975, cuando se transformó, de promover viajes de cacería entre padres e hijos, en el gran lobby de la industria armamentista.
En 1980 el respaldo económico de la NRA logró colocar a un presidente en la Casa Blanca: Ronald Reagan. Hoy es la organización que más dinero gasta en campañas políticas y que más influencia tiene en el Congreso, en donde muchos de sus miembros le deben el escaño. Donald Trump le debe gran parte de su triunfo a la NRA y su donativo de 30 millones de dólares a su campaña. Esto a pesar de que Trump había sido promotor de controles a la venta de armas antes de decidir incursionar en la política. Pero ahora es ferviente promotor de las armas y de la agenda de la NRA. Tanto así que en abril pasado fue el primer presidente estadounidense en funciones en acudir a dar un discurso a su asamblea anual, prometiendo proteger su causa como prioridad número uno durante su gobierno. La NRA está por ello muy contenta con Trump y seguramente invertirán otros tantos millones para que sea reelecto en 2020.
Gracias al lobby de la NRA hoy existen más puntos de venta de armamento que todos los McDonald’s y Starbucks sumados, de acuerdo con información de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos.
Y también gracias a la NRA, hoy para los estadounidenses una pistola o metralleta no es una simple herramienta, una pieza de tecnología o un tema político a debatir. La pistola es un objeto que merece reverencia. Por ello, la segunda enmienda no se cuestiona. Las armas sólo son fuentes de bondad. Garantizan la vida, la seguridad e incluso la libertad. Garantizan el Estado de Derecho. Las leyes emanan a partir de las armas. Por ello las leyes no las pueden cuestionar.
APOSTILLA: Mientras esa es la norma en Estados Unidos, en México nos encontramos en el otro extremo. No permitimos la compra y portación de armas salvo contadas excepciones y con un enorme papeleo de por medio. Absurdos ambos: la extrema permisividad y la prohibición casi total.
@AnaPOrdorica
www.anapaulaordorica.com