Luego de terminar la lectura del libro ¡Es la reforma cultural, Presidente! queda la idea de que en esta materia hay todo por hacer en México. Porque si bien ya existen una Secretaria de Cultura y nuevas leyes de derechos culturales, falta una agenda visionaria que le dé al sector en México un lugar protagónico.

El libro, de autoría colectiva, contiene un espejo y un diagnóstico del sector, una mirada crítica y plural y, sobre todo, propuestas viables y sustantivas para una agenda cultural. Lo coordinó Eduardo Cruz Vázquez, director del Grupo de Economía y Cultura (GRECU) de la Universidad Autónoma Metropolitana, y lo publica Editarte, sello especializado en gestión y política cultural, creado por Francisco Moreno. Reúne 40 textos, una gran riqueza informativa y conceptual y un amplio abanico de temas y perspectivas. La idea es colocar a la cultura como un sector estratégico de desarrollo económico y social, pero también como elemento clave en la construcción de ciudadanía y de una cultura de paz frente a la barbarie y la precarización de la vida. Se pretende, en lo inmediato, insertar el tema en el debate electoral y que el contenido sea tomado en cuenta en el diseño de las políticas culturales del futuro próximo. Además de en librerías, el libro ya está en manos de los candidatos a la Presidencia y a otros cargos de poder para que “asuman que nuestro sector demanda intervenciones radicales”, advierte Cruz Vázquez.

Según INEGI, el sector cultural genera 600 mil millones de pesos al año (que equivalen a 3.3 % del PIB), y más de un millón de empleos directos. Nuestra diversidad cultural, la riqueza del patrimonio, el talento creativo, los premios y el reconocimiento mundial son motivo de orgullo. Sin embargo, la reducción presupuestal continua denota que, para quienes deciden, son sólo accesorios.

Néstor García Canclini, Eduardo Nivón, Eduardo Matos, Alberto Ruy Sánchez, Eduardo Caccia, José Franco, Marta Turok, Horacio Franco, Liset Cotera, Tomás Ejea, Héctor Garay, Leonardo Sarabia, Alfonso Suárez del Real, Patricia Chavero, Carlos Anaya Rosique, Víctor Ugalde, Antonio Mier, Alejandro Ordorica, Carlos Villaseñor y Liliana López Borbón, entre otros especialistas, y Judith Amador Tello (a cargo del resumen ejecutivo) son algunos de los autores.

Abordan temas urgentes como el papel de la diplomacia cultural en la era Trump y lo mucho que hay por hacer junto a los migrantes y en las fronteras; la violación a los derechos colectivos de comunidades indígenas y artesanos por parte de trasnacionales; la precarización del trabajo artístico y la necesidad de una seguridad social. Proponen emprender: una revisión de las becas y otros subsidios y mecenazgos posibles con más estímulos fiscales; el desarrollo de nuevos indicadores (la relación de índices de delincuencia en lugares con más o menos prácticas culturales y artísticas, por ejemplo). Visibilizar: la presencia cada vez más rica de colectivos y redes, sobre todo de jóvenes, agentes de comunicación y emprendedores culturales. Innovar: Desde estados y ciudades hasta municipios y delegaciones, nuevas maneras de estimular y difundir arte, lectura, teatro, danza, música, con prácticas más orientadas al bienestar social que al capricho del político en turno. Realizar: Más intervenciones culturales en zonas de conflicto, más industrias creativas y barrios artísticos, más participación de la cultura como factor de inclusión social; una política cultural orientada a niños y jóvenes, su sensibilización artística y el desarrollo de la empatía. Una agenda digital de cultura como política de Estado… Y mucho más.

Ya tenemos un espejo inteligente del sector. Faltan políticos a la altura. Bien dice Eduardo Caccia: “La cultura debe ser territorio no sólo de artistas sino también de estadistas”.

adriana.neneka@gmail.com

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