Después de 50 años, el movimiento estudiantil del 68 y la matanza de Tlatelolco se recuerdan y repiensan. Nuevos libros, poemas, textos, películas y documentales salen a la luz. Se hurga en la memoria para darle sentido a un rompecabezas que no acaba de armarse. Y en ese proceso, ayer y hoy las imágenes y los símbolos juegan un papel clave para vincularnos con el episodio que marcó el fin del autoritarismo en nuestro país y para tejer la relación con movimientos sociales posteriores que derivaron en el México de hoy.

La experiencia visual que hemos tenido a lo largo de medio siglo en torno al 68 se la debemos principalmente al arte, al cine, a la fotografía, al grabado. Y a dos artistas que, como centinelas de la memoria, se empeñaron desde 1973 en buscar, recoger, ordenar y archivar toda la producción gráfica que generó el movimiento. Se trata de Arnulfo Aquino y Jorge Pérez Vega quienes han creado las principales colecciones de ese momento histórico. Junto con el grupo MIRA, que nació en los años 70, supieron que “las imágenes ejercen un poder incomparable en determinar lo que recordamos”, como diría Susan Sontag. El resultado de su titánica labor: un acervo de 200 grabados que difundieron en un primer libro, ya convertido en clásico, La gráfica del 68, Homenaje al Movimiento Estudiantil (1982, 1988, 1993); en una reedición de 2004 y una más en 2008, enriquecida con nuevas ilustraciones y textos, titulada Imágenes y símbolos del 68.

En el 68 fueron los artistas quienes, retomando la herencia de José Guadalupe Posada, los muralistas y el Taller de la Gráfica Popular en su mejor época, se sumaron al movimiento estudiantil y convirtieron a la Academia de San Carlos y a La Esmeralda en casa y taller donde día y noche se producían mantas, carteles, volantes, pancartas y grabados para responder a las necesidades inmediatas de la propaganda y el llamado a la movilización.

La gráfica le dio una imagen al movimiento, la que los medios de comunicación le negaron, y les permitió a los jóvenes tirar el cerco del silencio y las deformaciones periodísticas. Cuando la figura presidencial era intocable, llevaron a la calle a un Díaz Ordaz con cara de gorila y a la paloma olímpica de la paz herida de muerte, acompañados por el puño en alto, la mordaza de cadenas, una Piedad contemporánea… El diseño gráfico en México nacía en 1968 desde el despacho del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y también desde las manos estudiantiles que creaban su propia gráfica y retomaban las formas salidas de aquel despacho en el Pedregal y de las que emanaban de artistas de todo el mundo, para resignificarlas, darle expresión plástica a la denuncia y para inventar muchas más que son ya íconos en la historia visual de México.

Si podemos ver esas imágenes reunidas hoy es gracias a la donación que hizo del acervo Arnulfo Aquino a la UNAM y que hoy se exhibe como Gráfica del 68. Imágenes rotundas, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de Ciudad Universitaria. Al mismo tiempo, las rejas de Chapultepec muestran la Exposición gráfica Movimiento estudiantil de 1968. Documentos del archivo de Arnulfo Aquino.

Como escribió un día Hernán Lara Zavala: “En México nuestros gobernantes habían confiado en el poder de olvido de nuestro pueblo para actuar impune y totalmente al margen ya no digamos del Estado de derecho sino de los propios intereses del país. Pero para fortuna nuestra siempre hay alguien, algún escritor, un periodista, un investigador, un fotógrafo, un grabador, un caricaturista, una mente inquieta que se impone la obligación de traer a la luz aquello que se ocultó, se escamoteó y se tergiversó tratando de escabullir al juicio de la historia”.

En este caso, son Aquino y Pérez Vega. Y nos demuestran, una vez más, que hay mil y una formas de organizar la memoria colectiva hasta entender quiénes somos y de dónde venimos. Y que tiene sentido hacerlo si queremos un futuro. Por eso, también, están por publicar un nuevo libro.



adriana.neneka@mail.com

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