En menos de 24 horas los mexicanos asistimos, entre azorados unos y contentos otros, a una decisión que dibuja claramente el cambio de estilos y de una nueva forma de ejercer el poder que comenzará en el país a partir del 1 de diciembre. La cancelación del aeropuerto de Texcoco, la principal obra del sexenio que termina, como resultado de una consulta popular, confirma el rechazo absoluto de la población, especialmente simpatizante del lopezobradorismo y de Morena, a todo lo que huela a Peña Nieto y a la corrupción de su gobierno, al mismo tiempo que, con la legitimidad del enorme apoyo popular que concita, Andrés Manuel López Obrador les da un manotazo a los empresarios y dueños del dinero y les reafirma: “Aquí las cosas cambiaron y la autoridad regresa al poder político y no al económico”.

El presidente electo sabía de antemano que una consulta como la que convocó, en las condiciones en las que se llevó a cabo, con la ubicación elegida de las mesas receptoras y con el discurso de varios meses en contra de Texcoco y la presunta corrupción y excesos que le rodeaban, no podía dar un resultado distinto que no fuera el voto masivo en contra del proyecto del nuevo aeropuerto diseñado y ejecutado en casi 30% de avance por el presidente Peña y por los grupos empresariales más grandes del país. La gente que participó en la consulta, más de un millón de personas que para un ejercicio como el que se llevó a cabo es una cifra significativa, no votó por Santa Lucía ni por la ampliación de Toluca y del actual aeropuerto; lo hicieron de manera razonada y contundente en contra de Texcoco y de todo vestigio del peñismo al que ya habían repudiado y corrido del poder desde el 1 de julio.

Ese era el cálculo exacto de López Obrador que en los hechos, con este acto de fuerza respaldado abrumadoramente por la población que lo apoya, comenzó anticipadamente su gobierno (28 de octubre a las 10 de la noche) al decidir lo que esta mañana hizo público: se cancelan el proyecto y las obras de Texcoco a partir del 1 de diciembre y se comienza en esa fecha en nuevo plan de su gobierno para resolver la saturación actual del tráfico aéreo en la Ciudad de México, con la construcción de una terminal de dos pistas en la actual Base Aérea de Santa Lucía, el mejoramiento de las dos terminales del Aeropuerto Benito Juárez y las obras de ampliación de la terminal de Toluca.

Y si ya era previsible el resultado de la consulta, la reacción de los empresarios y de los hombres del dinero también estaba más que cantada. El enojo y la descalificación de los capitanes de empresa, ante la primera gran decisión del presidente electo y de su consulta, con la consecuente amenaza de los riesgos, la mala imagen y la desconfianza que puede provocar para las inversiones financieras tanto nacionales como extranjeras la falta de certidumbre y seriedad del próximo gobierno, son la confirmación más clara de que los hombres del dinero entendieron y asumieron que la cancelación de una obra de infraestructura tan grande, con todo y su avance, contratación y hasta colocación de bonos en los mercados es todo un mensaje del futuro presidente para ellos y para el poder que ejercieron en los últimos gobiernos para obtener negocios, concesiones y ganancias de las decisiones públicas.

Así que se acabó la luna de miel que desde la parte final de la campaña y en estos primeros meses de transición vimos entre López Obrador y el empresariado. A partir de ahora, si bien nadie quiere una guerra entre el poder político y el dinero, el mensaje del “cambio de régimen” del que habla el presidente electo es claro: al gobierno y al presidente la autoridad y las decisiones públicas en beneficio del interés colectivo, y a los empresarios su trabajo de generar empleos y riqueza pero no sólo para ellos, sino para toda la sociedad, pero sin beneficiarse de corrupción ni tener injerencia en los asuntos ni políticas gubernamentales.

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