Se caracteriza por su tráfico extremo, altos niveles de contaminación, problemas de desigualdad social y hundimiento del suelo. No, no se trata de la Ciudad de México, aunque la descripción embonaría a la perfección. Se trata de Yakarta, la capital de Indonesia, que según datos del informe Perspectivas de la Urbanización Mundial 2025, publicado recientemente por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (UNDESA), es la ciudad más poblada del mundo.
Con sus 41.9 millones de habitantes, Yakarta es el centro económico y político de Indonesia, una mezcla de influencias musulmanas, chinas, holandeses y malayas, visible en su arquitectura, gastronomía y vida cotidiana, pero también muestra los desafíos que enfrentan las megaurbes contemporáneas. Las ciudades generan más del 70% de las emisiones globales y son altamente vulnerables al impacto climático.
Son centros de alta densidad de población e industria, lo que genera grandes cantidades de dióxido de carbono y metano, entre otros contaminantes que provienen de la quema de combustibles fósiles para el transporte, la generación de energía para edificios y diversos procesos industriales. Los gases de efecto invernadero (GEI) actúan como una frazada alrededor de la atmósfera terrestre, al atrapar el calor del Sol y provocando un aumento de la temperatura global que termina alterando los patrones climáticos con eventos extremos más frecuentes e intensos, como olas de calor, sequías, inundaciones y tormentas más fuertes.

Además de los malestares sociales cotidianos, los efectos de estos nucleos urbanos se van acumulando silenciosamente hasta que la suma se hace evidente. Hace poco, el ciclón Senyar, una tormenta inusual, causó deslizamientos catastróficos e inundaciones en Indonesia que arrastraron viviendas y mataron a alrededor de 700 personas. Todo suma y las consecuencias son claras a nivel global.
Justo esta fue una de las temáticas tratadas en la reciente COP30, celebrada en Belém, Brasil, donde se puso sobre la mesa el tema de la importancia de las grandes urbes en relación con la crisis climática y la necesidad de financiamiento para que las ciudades implementen soluciones sobre energías limpias, gestión de calor y suministro adecuado de los recursos hídricos. En este sentido, se lanzó el “Frente Ambiental Latinoamericano” para, entre otras cosas, buscar financiamiento climático para adaptación, pérdidas y daños, pese a lo cual persiste la brecha entre lo necesario y la acción climática real para limitar el calentamiento global.
Para 2050, se proyecta que dos tercios del crecimiento global ocurrirán en ciudades por lo que es imperante el desarrollo de estrategias que involucran a la ciencia para ayudar en la planeación de recursos como agua y uso de suelo, entre muchos otros. En contraste a estas necesidades, la falta de compromisos urbanos formales en la COP30 fue vista como una oportunidad perdida para acercar el debate climático global a la realidad de la vida urbana.
El informe del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, que incluyó el análisis de 12 mil ciudades en todo el mundo, subraya que las “megaciudades” (áreas metropolitanas con 10 millones o más habitantes) seguirán expandiéndose mientras que las áreas rurales disminuirán aún más, excepto en el África subsahariana. Después de Yakarta, en el listado de las megaciudades con mayor población se encuentran Daca con 36.6 millones de habitantes y Tokio con 33.4. Las siguen muy de cerca Nueva Dehli y Shangai.
Se documenta así un aumento de cuatro veces en el número de megaciudades desde 1975, donde la mayoría están en Asia. En algunas geografías, la población disminuye en el país, pero crece en las ciudades. Es el caso de Japón, donde su población total se redujo en unos cuatro millones entre 2015 y 2025, pero Tokio sumó más de 300 mil personas durante ese período.
En la actualidad, en Asia están concentradas las grandes urbes, pero las previsiones indican que, de aquí a mediados de siglo, el crecimiento de la población urbana mundial se concentrará en varios países del continente africano, como Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo, Egipto, Bangladés y Etiopía. Se espera que, juntos, esos países añadan más de 500 millones de residentes urbanos en los próximos 25 años. Esto significa más de la mitad del aumento previsto de 986 millones en el número global de habitantes de ciudades.
Aunque muchas megaciudades continúan expandiéndose, el informe revela que algunos de estos núcleos urbanos experimentan una disminución de población. Entre algunos de estos casos están Ciudad de México y Chengdu en China. Otro punto a resaltar del informe es que a pesar del eco de las megaciudades en todo el mundo, existe una mayor decantidad de personas viviendo en ciudades pequeñas, con más de 50 mil habitantes, y medianas, que están creciendo a un ritmo, incluso más rápido que las megaurbes.
La mayoría de las urbanizaciones en el mundo son pequeñas: el 96%, tiene menos de un millón de habitantes; mientras que el 81% tiene menos de 250 mil. Por otra parte, las ciudades con al menos 5 mil habitantes son el tipo de asentamiento más común en más de 70 países, un grupo diverso que incluye a países como Alemania, India, Uganda y Estados Unidos. En este último país, las localidades de este tamaño constituyen la mayoría de las urbes, de hecho 75% de los 20 mil lugares censados tenían menos de 5 mil habitantes en 2024.
En 62 países, las áreas rurales siguen siendo el tipo de asentamiento más común. En 1975, más de un centenar de países privilegiaban los asentamientos rurales, pero para 2050, la cifra bajará a 44. Las áreas rurales tienen un impacto climático significativo tanto como receptoras de los efectos climáticos (por sequías, inundaciones, pérdida de cultivos) como contribuyentes (a través de la deforestación y la agricultura que emite GEI). Las soluciones también están de su parte, mediante prácticas sostenibles, siendo cruciales para la adaptación y mitigación global, aunque enfrentan múltiples desafíos de infraestructura y recursos.
El corazón de la vida urbana moderna está cada vez más centrado en los recursos tecnológicos. Desde sensores de tráfico y sistemas de alerta temprana, hasta plataformas con datos geoespaciales, los recursos digitales están cambiando la forma en que las ciudades se diseñan, se gestionan y se experimentan; sin embargo, en medio de esta rápida transformación hay enormes brechas digitales y una pobre gestión de este tipo de recursos en muchas partes del mundo.
Con este marco, vale la pena resaltar los ejemplos de las ciudades que han utilizado a su favor estos recursos. Con más de seis millones de habitantes, Singapur se ha mostrado como un modelo de planificación a largo plazo. Utiliza soluciones inteligentes para la gestión del agua (reutilización y desalinización avanzadas), infraestructura verde integrada en rascacielos y una estrategia integral para mitigar el efecto “isla de calor urbano”.
Recientemente se celebró el Día Mundial de las Ciudades y mediante las agendas internacionales se propuso que más allá de la “inteligencia” conferida por las nuevas herramientas digitales, una ciudad debe ser “perceptiva”. Esto significa que deben ser receptivas, inclusivas y adaptables, pues la idea escuchar y servir mejor a sus ciudadanos.
Entre 2000 y 2025, varios países experimentaron disminuciones notables en sus poblaciones urbanas. Rumanía y Ucrania perdieron cada uno más de un millón de habitantes urbanos durante las últimas dos décadas, mientras que se espera que China y Japón pierdan aproximadamente 26 millones y 12 millones de habitantes urbanos para 2050, respectivamente.
El mundo se reacomoda, aunque no siempre según las necesidades de sus pobladores, sino las tendencias de las políticas urbanas. Todos los informes generados en los últimos tiempos para redefinir las nuevas urbes enfatizan la necesidad de pensar a la ciudad como un detonante fundamental del impacto climático que afecta globalmente.