Llevo más de una década documentando mi vida en blogs, tuits, posts de Facebook y escándalas de internet (y antes de eso en documentos de Word azotadísimos que guardo en una carpeta secreta del Dropbox, y que son totalmente La Rosa de Guadaluplaqueta). A mis casi 34 me impresiona asomarme tantito al pasado y ver cómo, hasta hace un par de años, todavía detestaba mi cuerpo y me mortificaba envejecer. Incluso el nombre de este blog, Crisis de los 30, empezó de forma no irónica, porque realmente me daba pánico llegar al “tercer piso” (#FrasesAEvitar). Leo tuits y textos relativamente recientes, inundados de angustia, dietas y abatimiento, y entonces digo: gracias, feminismo, qué paro me has hecho. Ahora, en vez de odiarme a mí misma, ocupo ese tiempo y energía en hacer pesitas y comer crema de cacahuate directo del frasco. Mi conversión a feminazi también incluye la opción de la y poder salir a la calle con las piernas sin rasurar (aunque ya me estoy haciendo la depilación láser, lo cual me resta como 200 feminipuntos; próximamente les contaré más detalles de esta triste historia llena de dolor, viajes al sur de la ciudad y olor a quemado).
 
Pelos, gorditos, arrugas: check.
 
Sin embargo, nada me preparó para la súbita aparición de canas en mi cabeza.


KHA

Fue algo inesperado porque mi mamá, a sus 67 años, puede contar con los dedos de una mano la cantidad de pelos grises que manchan su pelazzzzzzzo. Su mamá, a su vez, murió la cabellera negra y poquitititas canas, y eso que era bien achacosa. De ese lado de mi familia, la melanina viene tan fuerte como el gen de ser señoras de los gatos y de armarla de pedo por todo.
 
Pero no había contemplado la herencia genética del lado de mi papá, especialmente en el tema capilar, porque él es calvo. Por lo visto, si tuviera pelo, “peinaría algunas canas” (más #FrasesAEvitar).
 
Y como llevo ya un ratote tiñéndome de rojo-del-supermercado cada mes y medio, ni me acordaba de cómo era el color natural de mi pelaje. Total que, hace como seis meses, me sobresalté al notar que mis raíces de dos centímetros ya eran blancas en un porcentaje muy alto.
 
Después del pasmo, no supe cómo digerir la novedad. En otro momento de mi vida, me hubiera puesto a llorar porque “oh, la vejez tan terrible e inminente, oh, el paso del tiempo, oh, la esclavitud al Lady Grecian con todo y su #PinkTax”. 


Hoy me queda claro que todo es un constructo y que no hay nada malo en los pelos plateados... pero tampoco logro aceptarlos así nomás como son.
 
Me soltaría el pelo como Gloria Trevi no hizo y lo dejaría completamente natural. Sobre todo porque me mata de hueeeeeeva pintármelo. Tengo tanto y me lo tiño de forma tan chapucera que llego a usar hasta tres cajitas de tinte cada vez que me retoco las raíces (a veces cuatro porque, en mi infinita incompetencia, siempre se me cae al lavabo el líquido ese apestoso con el que se mezcla la crema; es como cuando derramo mi cuarto mezcal como señal de que no debo beber más PERO ADIVINEN QUIÉN YA LLEVA MEDIA BOTELLA YO INVITO LA SIGUIENTE RONDA DÓNDE ES EL AFTER UUUUUUH). Es una cantidad escandalosa con la que sé que estoy contaminando ríos, lagos, cielo, mar y tierra. Invariablemente dejo el baño como escena del crimen, además de que mancho la ropa de anaranjado (afortunadamente soy darks). Es un desastre.
 
Como adicta al tabaco en perpetua negación, siempre creí que podría dejar el tinte cuando quisiera y volver a mi cabellera café genérico, pero ahora todo cambió. Porque no, no estoy lista. No me siento capaz de pulloffear esta cantidad de pelo gris en un mundo donde tenemos CERO representación en los medios de mujeres canosas, fuera del canon Sara García. 


Por ejemplo, cuando guguleas “celebrieties natural gray hair”, aparecen resultados como estos: 





Es decir, el pelo-gris-en-gente-joven que estuvo de moda hace un par de años. La única famosa que aparece con su plateado natural es Jamie Lee Curtis, que habla al respecto. 


<3
En cambio, si pones “MALE celebrities grey hair”, salen fotos así: 





¡Ajá!
 
Vaya, vaya, una razón más para que las feminazis nos quejemos. ¡Pero sí!
 
Como que en las mujeres el pelo gris-ya-todo-gris está más o menos aceptado. El gran pedo es la transición. El look “salt n’ pepper” es ALGO, también conocido como “canitas de ejecutivo” (ugh, de nuevo #FrasesaEvitar) y es cool y es deseable y es sexy, pero en mujeres ni siquiera existe. O eres Marta Lamas o eres Martha Debayle, ambas con cabelleras impresionantes, pero no hay puntos medios. 



¿Qué haces mientras se te pone el pelo completamente blanco? Si aplicas la hipsteriña y lo blanqueas prematuramente, te va a salir la raíz nevadita y qué flojera y qué codo ir al salón a que le echen peróxido cada mes. Si te mantienes fiel al tinte de cajita, ¿en qué momento lo sueltas y dices “ya, que venga el look natural”? ¿Te rapas? ¿Usas pelucas y sombreros? ¿Pero y si hace mucho calor?
 
Tantas preguntas sin resolver. Espero que los estándares de belleza se esfumen dentro de cinco años y yo pueda tomar decisiones más libres sobre mi pelo, sin pagar las terribles consecuencias del “¿Ya viste qué fodonga que no se tiñe las raíces canosas?”. Mientras, acabo de comprar seis cajitas de mi tinte, porque estaban al 2x1 en la Walmart, y si la próxima semana me ven con el cuello irritado y las orejas manchadas de rojo, ya saben por qué fue: POR CULPA DEL MALVADO SISTEMA. Y de mi torpeza. Eso sí, traeré pelazo.
 


 

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