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Todas las chichis, todos los derechos
¡Ya va a ser 8 de marzo! Quise repetir el ejercicio del año pasado de analizar qué tonterías van a hacer en cada delegación para el Día Internacional de la Mujer, pero casi ninguna ha subido cosas a sus respectivos féisbuques, así que esta semana escribiré del otro tema de moda: las chichis de Emma Watson.
Seguro ya habrán leído que hay un escándalo porque Emma Watson salió en Vanity Fair sin brassiere y con una especie de poncho hecho de frosting de pingüinos Marinela.

Esto ha provocado dos niveles de escándalo (no relacionados con la prenda antes mencionada):
Primero, algunes pensaron que eso no era apropiado “para una feminista”. Perdón amigues, no me llegó el aviso parroquial de que las feminazis tenemos que andar muy bien tapaditas y que no podemos andar enseñando las carnes porque eso sirve única y exclusivamente para alebrestar a los bugas que tanto odiamos y que anhelamos convertir en jabón. Dicho boletín de prensa imaginario seguro también especifica que debemos enterrar nuestra sexualidad bajo un suéter de cuello de tortuga como requisito indispensable para ser políticas y expresar nuestras ideas. ¿Que una chava ame su físico y se sienta a gusto con él y quiera tomarse unas fotos cachonchidísimas y de forma voluntaria permita que se publiquen nomás porque sí? IMPOSIBLE. Seguro lo hace para llamar la atención de los hombres, porque es lo único para lo que sirve el cuerpo femenino. Y pues entonces qué reclama de que los derechos de la mujer, noooooo, no se valeeeeee.
(Aquí Jill Filipovic explica por qué una cosa no tiene que ver con la otra).
Luego, en el segundo nivel ya más avanzado, cuando Emma Watson se defendió y dijo que el feminismo no era un palo para pegarle a otras mujeres y que sus chichis no tenían nada que ver con el asunto, le echaron en cara que en 2013 ella declaró sobre Beyoncé que la sacaba de pedo que la cantante se declarara feminista pero que sus videos fueran como para satisfacer la mirada del macho voyeurista. BAIA BAIA.
Lo que yo digo es: ya pasaron más de tres años y estoy segura de que Emma ha aprendido un chingo en ese tiempo. COMO TODAS NOSOTRAS. Si empezáramos a sacarle los trapitos patriarcales al sol a todas las feministas, nos cierran el changarro. Lo que dijimos hace tres, cuatro, diez o veinte años no debería desacreditar nuestra protesta. TODES crecemos machistas, y es una chambota estarse deshaciendo DIARIO de las ideas pendejas que tenemos incrustradas en el cerebro. Seguro hoy Emma declararía otra cosa.
Eso sí, ya se tardó en responder y decir: “Sí, la neta no sabía qué pedo, ahora estoy segura de que no hay conflicto entre mostrar el cuerpo y ser feminista y/o políticamente activa. Y si enseñamos chichis no es por los vatos, NO TODO GIRA ALREDEDOR DE USTEDES ENTIENDAN AMIWOS” o algo así. Parece que tiene a la misma publicista de Central de Pizzas que no sabe nada de control de daños. Emma, contrátame, vas a ver que hasta te ayudo a conseguir un papel en la próxima comedia romántica de Manolo Caro.
Ahooooooora bien, lo que me llama la atención de todo este asunto es que es muy fácil defender el derecho de mostrar los pechos cuando tienes un cuerpo que entra holgadamente en la norma de belleza occidental modelo 2017. Por eso, los primeros en apoyar la iniciativa son Nacho Proge y sus amigos. “A HUEVO GÜEY, MUCHA ROPAAAA”. Lo que se olvida es que no nada más existen tetas redondas, firmes, pegadas a un torso delgado, tonificado, joven y blanco. No creo que la foto de, por ejemplo, una mujer morena, gorda, de más de 50 años y/o con senos aguaditos hubiera provocado tantas reacciones de defensa.
Creo que este desmadre podría derivar en otra discusión interesante: como ciertos grupos que no son sexualizados por la mirada masculina, cuando quieren sexualizarse y dicen “Aquí estoy” son recibidos con la imagen del Mickey Mouse sacándose los ojos.

Muy mal. Todas las chichis, todos los derechos.
***
En otro orden de ideas, el otro día estaba en medio de la calle y tenía que cambiarme la blusa para una grabación. Pasé horas buscando un baño donde pudiera ocultarme. Y ahí me cayó el veinte de que en México estamos muy lejos del #freethenipple porque ni siquiera hemos llegado al #freethebra. Ahí les encargo el escándalo que se arma si mostramos el brassiere en público por cinco segundos (a diferencia de los hombres que se pueden quitar la camisa a media calle y pues igual los ven feo pero no pasa nada). Aunque traigamos puesto el sostén más conservador, de perdis necesitamos que una amiga nos haga “casita”. No se vale.
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