Las modas “se ponen de moda” y un buen ejemplo es el uso de la alcachofa para perder peso.

De pronto se comenzaron a comercializar por todas partes cápsulas, tés, pastillas, ampolletas y hasta solución inyectable. Internet se llenó de páginas hablando de los milagros de tomar agua o te de alcachofa y promesas de perder peso (mucho) en poco tiempo sin hacer nada, sólo hacer de ella la base de tu alimentación.

Si bien la magia no existe, me interesa saber por qué de pronto sucedió que todo mundo la quiso tomar. Ahora lo entiendo. Es verdad, tiene ciertas propiedades que vale la pena destacar y por las que, quizá, se dice que ayuda a la perdida de peso.

La primera es que contiene inulina, un tipo de carbohidrato (en realidad fibra) que se metaboliza tan lento por el organismo que hace que la dispersión de los carbohidratos a la sangre sea muy lenta. Eso ayuda a controlar la glucosa y los antojos. Además, como cualquier tipo otro de fibra, da sensación de saciedad por mucho tiempo.

Este contenido de fibra hace también que las grasas (colesterol básicamente) se absorba menos y, como es sabido, ayuda al transito intestinal mejorando el estreñimiento.

Su aporte en vitaminas y  minerales es importante, sobre todo fósforo, hierro, magnesio, calcio y potasio así como vitaminas del complejo B.

Hasta aquí no hay nada que realmente diferencie a la alcachofa de muchas otras verduras que también tienen fibra, vitaminas y minerales.

Donde radica la diferencia es en el contenido de cinarina, una sustancia que estimula la secreción de bilis en el hígado ayudando a que se digieran mejor las grasas y que tiene efecto diurético, ayudando a la eliminación de líquido.

Aportan también fitoesteroles y flavonoides. Los primeros ayudan a controlar el colesterol y los segundos son antiinflamatorios. Contiene un tipo de flavonoide llamado silimarina que es quimiopreventivo para el cáncer de piel y mucha vitamina C, potente antioxidante que además ayuda a la formación de colágeno y la absorción del hierro.

Así que al parecer el efecto diurético y el de “facilitadora” de la digestión y eliminación (por la fibra) es el que se puede confundir con un efecto “quema grasa” de la alcachofa.

Pero, nada más alejado de la realidad. Ir muy bien al baño puede hacerte sentir más ligero pero no necesariamente estarás más delgado. Lo que si es un hecho comprobado es que la única manera de quemar grasa es utilizándola como fuente de energía, es decir, manteniéndonos activos. Para ello debemos comer menos calorías de las que gastamos y eso nos ayudará.

En esto la alcachofa funciona muy bien porque tiene muy pocas, sólo 45 en cada 100g y al tener tanta fibra te hará sentir satisfecho por más tiempo. Claro, siempre y cuando la comas al vapor y la remojes en una vinagreta ligera (¿qué tal una con vinagre de manzana y aceite de oliva?).

Así que, dicho lo cual, mi recomendación es comer alcachofa como parte de una dieta correcta, completa y variada pero nada de adjudicarle poderes misteriosos ni mágicas cualidades. La alcachofa es lo que es, una verdura que debe cocinarse y comerse, nada de inyectarse, encapsularse o untarse.

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