Fumar en China

Hacer que los chinos adopten lo que conmente es conocido como “buenas maneras” no ha sido tarea fácil para el gobierno. Si bien Beijing es la capital y la ciudad más grande de China, la vasta mayoría de las personas se comportan como si vivieran en un pueblo, un enorme pueblo. ¿A qué me refiero? Los chinos tienen conceptos muy arraigados de salud y costumbres que difícilmente van a cambiar. Por ejemplo, para ellos, lo que no debe estar en el cuerpo, simplemente debe salir de él, y ya está, por salud, porque es lógico, porque no hace bien que esté adentro.

Así, no es difícil encontrar a personas de todas las edades escupiendo sonoramente las flemas en la calle, sonándose las narices con la mano y dejando caer los mocos al suelo y a los niños pequeños, como de hasta tres años de edad, los visten (sobre todo ahora en verano) con unos pantalones que son abiertos en la horcajadura, para que puedan hacer pipí y popó cuando tengan ganas.

Saludable, sí que lo es, ¿para que va uno a quedarse con flemas, mocos o escremento dentro? Bien visto, no tanto. Entre ellos, entre los chinos, no lo ven mal, porque siempre ha sido así. Según me cuentan, porque yo no estaba aquí, se tuvieron que imponer multas severas a quienes escupieran dentro de las instalaciones del metro, justo antes de que comenzaran los Juegos Olímpicos de 2008, para que la gente se acostumbrara a no hacerlo, y así, los millones de turistas que vinieron con motivo de la justa olímpica, no se escandalizacen.

Otra batalla que lleva años peleando el gobierno, es la de la prohibición de fumar. Muchos chinos fuman, de hecho la tercera parte del tabaco del mundo se consume aquí, en China. Los cigarros son sumamente baratos y se venden en todos lados. Un paquete cuesta 70 u 80 centavos de dolar.

Y los chinos fuman donde quieren. Punto. En los restaurantes brillan en las paredes las señales de “Prohibido fumar”, pero nadie les hace caso. Ni los meseros le dicen nada a los comensales que, mientras comen y beben, fuman sus cigarrillos para la tortura de los no fumadores.

Recientemente fui a cenar con unos amigos a un restaurante de comida cantonesa y en el interior todos estábamos envueltos en una nube de humo. Claro, viernes por la noche, todos daban rienda suelta a la bebida y a la fumadera. Y como es un restaurante familiar, había mujeres embarazadas, niños, dentro del mismo ambiente, ¿quién podría atreverse a decir algo?

Para los dueños de restaurante, no es un problema, al contrario, ellos no quieren perder clientes, si quieren, que fumen. Nosotros, los quisquillosos extranjeros siempre seremos menos que las hordas de chinos que llenan ese y otros restaurantes.

Pero ahora, el gobierno pretende multar a los dueños de restaurante que permitan que sus clientes fumen adentro. Suena a que va a dar resultado, pegarle al bolsillo (casi) siempre da resultado.

¿Por qué le preocupa tanto este tema al gobierno? Salud pública, en primer lugar, el número de enfermedades y muertes relacionadas al consumo de tabaco en China es altísimo, poco más de un millón de personas cada año. El número de mujeres que fuman también se ha incrementado de manera alarmante, pues ahora, con el tema de la equidad de género y la entrada de mujeres en ámbitos profesionales a los que antes no tenían acceso, también se elevó el número de mujeres que adoptan hábitos de estatus antiguamente reservados para los hombres, entre ellos, el fumar.

Y también va implicita en buena medida la cada vez más urgente necesidad de China por terminar con su fama de “país exótico” de “hábitos atrasados”. China necesita emparejar su crecimiento económico con el crecimiento de su sociedad y con la proyección al exterior. Estas dos últimas tareas le están costando mucho más al gobierno, que hacer crecer su economía.