Con tantos años de historia, es casi imposible andar por China y no encontrarse con algo que lo remita a uno al pasado, a la tradición o a la leyenda. Incluso en Beijing, ciudad que cada vez se llena de más de edificios super modernos, altos, con fachadas de cristal, la historia también asalta al viajero a cada paso.

Desde la caída del sistema feudal, Beijing comenzó a crecer muy rápidamente, la mancha urbana se extendió hasta áreas que antes eran pueblos lejanos (me recuerda un poco cuando Mixcoac o San Ángel eran pueblos de veraneo para las familias adineradas de la Ciudad de México).

Beijing cuenta con 5 anillos periféricos (del 2 al 6, no hay 1). El que rodea las áreas del centro es el segundo; kilómetros a la redonda de éste, se extiende el tercero, y así, hasta llegar al sexto.

Pero los territorios comprendidos entre el quinto y el sexto anillo, si bien siguen siendo Beijing, ya pueden considerarse área conurbada, pues son más bien rurales.

El lugar donde yo vivo y trabajo se ubica entre el cuarto y quinto anillo, bastante lejos del centro, pero afortunadamente cuenta con una estación de metro cercana que nos une con el resto de la ciudad de manera eficiente y sencilla.

Y la zona corubada me queda, como quien dice, a tiro de piedra. Recientemente tomé un autobús con rumbo a esos territorios agrestes comprendidos entre el quinto y sexto anillo, y terminé en una especie de pueblo llamado Moshikou. Sabía de él, pues había leído que ahí se encuentra el Templo budista del Mar del Dharma y el antiguo Cementerio de los Eunucos, ahora transformado en Museo.

El autobús me dejó sobre la avenida en la que desemboca la calle principal de Moshikou. Con el sol cayendo a plomo, a las 3 de la tarde, comenzé a caminar cuesta arriba en busca de alguno de estos dos lugares. Llegué hasta las faldas de una montaña, donde había unos ancianos reunidos, conversando, y les pregunté en mi magro chino, por los lugares que buscaba. Estaban un poco sorprendidos de ver a una extranjera en su pueblo, los turistas jamás llegan a estos lugares. Pero uno de ellos, muy amablemente, se ofreció a acompañarme hasta el antiguo Cementerio de los Eunucos.

Llegué y pagué mi boleto de entrada, 8 yuanes. El museo estaba completamente vacío y la gente del lugar no parece ser particularmente consciente de la joya que tienen en su pueblo. Todo en el sitio es sorprendente.

Consta de dos partes, una a cielo abierto, que es como una pequeña zona arqueológica, que se conserva en sorprendente buen estado. Sobreviven los arcos de piedra labrada, que dan la bienvenida al visitante. Hay tres pabellones de lo que fue el templo y algunas esculturas en piedra con dragones tallados o detalles de la vida del emperador al que servían los eunucos.

Ahí se conservan cinco tumbas, la principal, la más grande, la tumba del eunuco Tian Yi, quien sirvió al emperador Wanli durante la dinastía Ming. Incluso es posible bajar por una escalera de piedra y descender a la cripta. El frío sepulcral, la oscuridad y lo vacío del lugar, hacen de esta una experiencia tétrica, pero interesante.

Luego de admirar las ruinas del cementerio y del templo a cielo abierto, hay que pasar a las modestas salas de exhibición, donde se narra la vida de algunos de los eunucos más sobresalientes en la historia de China (todo en Chino) se exhibe el cuerpo momificado de un eunuco, para terror del pobre y solitario visitante, se exhiben fotos de eunucos mostrando cómo quedaban sus cuerpos después de la amputación de sus genitales; una réplica del cuchillo con el que cortaban los testiculos y el pene; réplicas de figuras de terracota de eunucos, ropas de los eunucos durante la dinastía Qing, juguetes sexuales de la época e incluso unos maniquíes que demuestran el proceso de castración.

Los eunucos provenían de familias de escasos recursos, que llevaban a sus hijos con el “castrador oficial” para que los amputara y, si sobrevivian (porque muchos morían desangrados en el acto) era posible que consiguieran trabajo en la corte, y así gozar de mejores condiciones de vida que al lado de sus pobres familias.

La amputación no era gratuita, el amputador cobraba una suma de dinero que los familiares tenían que ir pagando poco a poco, del sueldo que el eunuco cobrara una vez colocado en la corte. Además, el amputador conservaba los miembros de los eunucos, pues después se los vendía, y ellos pagaban grandes sumas de dinero para recuperarlos y al morir, al menos ser enterrados junto con todas sus partes en la misma tumba.

Los eunucos no son exclusivos de la cultura china, también existieron en otras civilizaciones, lo que sí es muy característico de la tradición china, es la amputación del pene, además de los testículos. La razón es que por lo general los eunucos estaban al servicio del harem de concubinas del emperador, y si bien con no tener testiculos bastaba para que no tuvieran descendencia, la falta de pene les impedía también cualquier clase de divertimento sexual con las mujeres.

La vida de los eunucos transcurría completamente dentro de la Ciudad Prohibida, no tenían permiso ni derecho a salir. A finales de la dinastía Qing, la emperatriz Cixi mandó a un eunuco a supervisar la hechura del vestido de novia de su futura nuera, a la ciudad sureña de Suzhou, porque ella le tenía mucho cariño a este eunuco y le pareció buena idea que conociera un poco de China. Pero los demás miembros de la corte no vieron el asunto con buenos ojos, el pobre eunuco fue enjuiciado y asesinado.

Si bien algunos eunucos lograron mucho poder dentro de la corte, en diferentes épocas, en general eran muy mal vistos entre la gente. El cuerpo del eunuco enviado por Cixi fue expuesto a la gente, para que vieran cómo estaba mutilado.

La experiencia resulta muy interesante, pero a la vez un poco... triste. Porque se trata del único museo y cementerio de eunucos en toda China. Independientemente del papel que desempeñaron en vida, como documentos históricos de la época, creo que estas piezas deberían gozar de mejores condiciones, de contar con explicaciones en inglés, para los que no hablamos chino y de ser más conocidas.

Un amigo chino me decía que a muchos de ellos no les gusta recordar a los eunucos, porque algunos de ellos no gozaban de buena fama en la historia. Pero la historia fue así, y el hecho de negarla no puede hacerla desaparecer.

Un acierto me parece que este lugar se haya abierto al público y se conserve en forma de museo.

Triste que no se le de más difusión y que los propios chinos pasen por alto este aspecto de su historia.

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