Desde hace semanas ya se anticipaba. Los resultados de las encuestas previas a las elecciones de la semana pasada en la Unión Europea, dejaban incierta la posibilidad de que un grupo pudiera lograr una mayoría en el Parlamento. El domingo pasado esto se confirmó. Se ha roto la tradicional integración bipartidista.

Por años, el Partido Popular Europeo y la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas mantuvieron la mayor parte de los escaños en el Parlamento Europeo. Sus números, por encima del 50%, les alcanzaban para acordar y aprobar, sólo entre ellos, iniciativas y reformas legislativas.

El mayor temor (fundado, hay que decirlo) era que los partidos ultranacionalistas pudieran lograr un triunfo extraordinario. Si bien es cierto en Francia, Italia e incluso el Reino Unido, los partidos del ala de la derecha radical resultaron ganadores, no fue así en otros países como en España donde Vox (el partido de extrema derecha) se queda con alrededor del 6% de los votos, en los Países Bajos el Partido de la Libertad perdió todos los asientos que tenía.

En el balance final, pese a todo, los euroescépticos crecieron pero no tendrán un número suficiente de representación para poder influir de manera importante en el proceso legislativo aunque si tendrán la posibilidad de usar la tribuna y poner temas en la agenda de debate. Los números le darán un 10% de representación a la extrema derecha.

Tampoco no hay que descartar el impacto de estos resultados a nivel nacional: 1) En Italia, la Liga Italiana de Matteo Salvini, se impuso con 34% de votos, estos resultados generarán conflictos internos con los otros miembros de la coalición gobernante el Movimiento Cinco Estrellas (M5E).

2) El revés de Macron frente a la ultraderechista Marine Le Pen ha empezado a crear una crisis politica interna, luego de que la última solicitara la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria a nuevas elecciones. 3) en Alemania los resultados de la coalición gobernante podrían anticipar una debacle y elecciones anticipadas.

Mención aparte merece el caso de Nigel Farage y su partido del Brexit en el Reino Unido. Luego de la renuncia de Theresa May y de que el peor escenario de un Brexit sin acuerdo se haga cada vez más posible, el triunfo del nacionalista Farage ha puesto en mala posición a los partidos tradicionales, particularmente a los conservadores cuyos votantes migraron en gran número hacia el partido de Farage surgido hace apenas 6 meses.

Un proceso que ha empezado a complicarse incluso con la orden de presentación emitida por la justicia británica a Boris Johnson, el aspirante con más posibilidades a sustituir a May, por "mentir" en la campaña del Brexit.

El escenario ahora es muy distinto del vivido en los últimos años y abre la posibilidad para que nuevas fuerzas políticas se incorporen para enriquecer las discusiones en el Parlamento. Con esto, los partidos de más viejo cuño, perdieron espacios ante nuevas formaciones políticas como los Verdes o los Euroescépticos y otras no tan nuevas pero que se posicionaron con mayor fuerza que antes como el también antiguo ALDE (Alianza de Liberales y Demócratas por Europa).

Esto generará, como es evidente, nuevas tensiones en el Parlamento. Ejemplo de ello será el impulso que el Partido Verde Europeo habrá de dar a las políticas para la reducción de emisiones generadoras de calentamiento global, postura que seguramente se enfrentará a la crítica del bloque ultraderechista-nacionalista, sin mencionar que puede llegar a generar parálisis legislativa, rezagos e incluso conflictos con el Consejo Europeo.

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