Desde que fue descubierta hace una década, mucho se ha escuchado y escrito sobre la “Gran Sopa Plástica” o “la Gran Isla de Basura” que flota en el Océano Pacífico entre California y la isla de Hawai, el conocimiento que tenemos sobre el daño que ocasionan los residuos en los océanos se ha ido incrementando.

Hoy, por ejemplo, sabemos que no es una sino cinco enormes islas que flotan en los mares de todo el mundo: Pacífico Sur, Pacífico Norte, Atlántico Sur, Atlántico Norte y en el Océano Índico. Se forman debido a los vórtices -o giros- que crean las corrientes marinas y acumulan plásticos pero principalmente microplásticos y nanoplásticos los cuales están creando graves problemas en toda la cadena alimenticia en los océanos. Problemas que, tarde o temprano, terminarán por impactar a nuestra propia especie.

Tan acostumbrados estamos al plástico en todo lo que consumimos a diario que hablar de una política de “Basura Cero” es prácticamente imposible, por lo que pareciera que la humanidad se encuentra en una gran disyuntiva: o seguimos por el camino que estamos que nos lleva directo al precipicio o cambiamos el paradigma económico y de desarrollo.

Tratando de atender a lo segundo, en el mundo se han generado diversas iniciativas con el fin de cambiar la forma en que utilizamos los plásticos . Una de ellas busca recuperar la idea del valor económico del plástico y así evitar que éste termine en tiraderos o en los océanos, cambiar los hábitos de consumo, cambiar la forma en que pensamos en la economía.

Es imposible cambiar a la gente si no entendemos lo que les motiva a comprar ropa de marca o comer comida rápida. “Sólo comprendiendo lo que impulsa su deseo de consumir es que podemos empujar y atraer a las personas para que tomen mejores decisiones”. Platiqué con Arthur Huang en Costa Rica, a donde acudió a dar una conferencia en el Congreso Latinoamericano de Sustentabilidad, Ecología y Evolución .

Con apenas 40 años, Arthur no es ni un soñador ni un improvisado. Tiene claro su deseo de hacer un cambio haciendo lo que le gusta: diseñar . Para este ingeniero taiwanés, el dilema iba más allá de reciclar. Se trataba de reusar los desechos para crear un producto completamente nuevo y con mucha mayor calidad y valor que el original.

Para Arthur Huang deberíamos estar creando nuevos productos con los residuos pero esos nuevos productos deben ser atractivos no parecer sacados directamente del cesto de basura. Con su empresa Miniwiz Huang ha logrado hacer muebles, ropa, zapatos e incluso materiales de construcción utilizando basura plástica. El EcoArk es una construcción elaborada con “ladrillos” 100% de PET, para su construcción se utilizaron 1.5 millones de botellas de plástico, tiene nueve pisos y hoy está abierto al público.

Otro gran ejemplo del trabajo de Huang es la llamada Casa de la Basura ubicada en Milán, Italia. No sólo el exterior sino todo el decorado interior fue elaborado con basura y sin embargo la imagen es de un gran lujo que jamás haría pensar en su origen.

Todo ese plástico proviene por supuesto de todos los productos que adquirimos, desde el jabón que usamos para lavar la ropa o nuestro cabello, hasta la envoltura de casi cualquier alimento que compramos en el supermercado pasando por los caramelos, las frutas y verduras hasta la ropa. Sí, leyeron bien, la ropa que usamos todos los días es uno de los principales culpables de los microplásticos en los océanos, pero ese será tema de una próxima vez.

Analista Internacional 
Twitter  @solange_ 

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