En una publicidad que inició hace unos días, patrocinada por el Instituto Nacional Electoral, una joven dice alegremente que “ya arrancó el proceso electoral”.

Pero a mí, como ciudadana, no me produce esa emoción.

No sé si me da flojera, risa o coraje ver los enredos en que están nuestros políticos, por querer ganar la próxima Presidencia de la República. Si sé que me da coraje que, teniendo los graves problemas que tenemos, se gaste ese dineral en campañas y partidos y se nos envuelva a los ciudadanos en tantos dimes y diretes.

Yo te insulto, tú me insultas, nosotros nos insultamos. Yo te espío, tú me espías, nosotros nos espiamos todos a todos. Yo prometo mucho, tú prometes más, todos prometemos que contendremos los aumentos de precios, bajaremos los impuestos, subiremos los salarios, haremos más reformas, echaremos para atrás las reformas, traeremos inversiones, acabaremos con la pobreza, el desempleo, la delincuencia y la corrupción.

Pero nos guste o no, de este penoso escenario van a salir nuestros candidatos y nuestro próximo gobernante. Si Meade es el elegido, tendremos a un presidente que se mueve bien en el terreno económico, pero que nos dará más de lo mismo: discursos todos los días, diciendo lo excelente que está el país, cuántas nuevas inversiones y carreteras tenemos y como ha mejorado la seguridad.

Si Osorio Chong es el elegido, tendremos a un presidente que conoce bien el país, a sus grupos políticos y a sus grupos delictivos y que ha controlado varios fuegos, pero que no le sabe ni a la economía ni a la situación internacional.

Si López Obrador es el elegido, tendremos un presidente que no podrá cumplir ni la mitad de lo que promete, porque la realidad (nacional e internacional) es muy terca. Y que, además, dado que no puede gobernar solo, llevará con él a los mismos personajes impresentables con los que gobernó la capital y a los más impresentables que está recibiendo en su partido.

Si Margarita es la elegida, quién sabe qué tendremos, pues no tiene nada que ofrecer y nada que dar, y no se le conoce ninguna gracia o capacidad especial ni para la economía, ni para la seguridad interior, ni para la educación, ni para la negociación ni tampoco para mandar.

Si Anaya es el elegido, tendremos un presidente que considera que la manera de enfrentar los problemas es hacer berrinches y lanzar acusaciones. Y que tampoco le sabe ni a la economía ni a la seguridad ni a la negociación ni a la educación ni, evidentemente, a la lucha contra la corrupción.

Si Mancera es el elegido, tendremos un presidente bien fogueado en problemas difíciles, cosa que aprendió a golpes de realidad gobernando la Ciudad de México, pero estando allá arriba, ya no podrá echarle la culpa de lo que no funciona a la Federación y él tendrá que resolverlo.

De los otros cuyos nombres suenan, no podemos ni imaginar qué presidentes serían, porque no han mostrado ser particularmente capaces en ninguno de los asuntos que se requieren para gobernar hoy el país.

Este escenario, sin embargo, se ha visto alterado por la tragedia de los temblores que han sacudido el país. Ahora hay dos candidatos que son muy visibles porque tienen a su cargo las tareas de búsqueda de víctimas, remoción de escombros y reconstrucción, además de la muy delicada de coordinación de grupos que participan en ellas, principalmente soldados, instituciones locales y voluntarios.

De cómo lleven a cabo esto, depende su futuro político pero también el nuestro.

Puede parecer que en este momento de tragedia no es importante pensar en candidatos, pero sí lo es porque de las decisiones y acciones que se tomen o no se tomen ahora, va a depender en gran medida lo que se haga o se deje de hacer más adelante. Y eso significa nuestro futuro como país.

Lo que era comedia, el temblor lo ha convertido en parteaguas. Igual que en el 85, esta sociedad ya no será la misma.


Escritora e investigadora en la UNAM.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.c om

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses